martes, 15 de enero de 2013

LA LEYENDA DE SAN AGUSTÍN - Capitulo 10 "La teoría de Samanta"



D
espués de todo, nunca nos hablaste de ese tal Matías – le dijo Adrián a Samanta mientras almorzaban juntos.
   A Samanta le pareció extraño que Ricardo no se les uniera, ni siquiera en el desayuno, así que aprovechó la ocasión para charlar con el joven y rechoncho Adrián.
– Que raro que Ricardo no haya venido – dijo ella
– Aun no me respondes, ¿Por qué no quieres hablar de Matías?
– te diré la verdad, es muy extraño que haya visto a un hombre similar a San Agustín, pero de allí a creer que es el fantasma del mismo, eso ya es demasiado.
– No te pregunté si crees que Matías es San Agustín, sino que me hables de él, tal vez tenga que ver en esta descabellada leyenda y todo lo sucedido en estos días.
   Los ojos de Samanta brillaron, por primera vez había dado con algo, a lo que respondió:
– Tienes mucha razón Adrián, ahora que lo veo, esto debe ser algo planificado por la Madre Superiora y el Padre Vicente, suponiendo que existe.
– Estoy de acuerdo, pero ¿Cómo hizo la Madre Superiora para encontrar a alguien idéntico al Padre Agustín?
   Una sonrisa se dibujó en el rostro de Samanta, sus dudas habían sido aclaradas.
– ¡Lo tengo! – exclamó ella – ven, acompáñame.
– ¿A dónde?
– te lo diré después.


   Ambos fueron rumbo al jardín trasero, traspasando los matorrales y los árboles frutales, allí llegaron a la puerta de la mazmorra, pero estaba trancada con cadenas y candado. Dieron la vuelta y se dirigieron al jardín lateral, al otro lado del Convento, donde las monjas y sacerdotes suelen caminar y meditar, no podían pasar por allí sin ser vistos, de pronto la Madre Superiora los sorprendió.
– los estaba buscando
– ¿y como para que sería?
– No se hagan, tenemos una conversación pendiente, pero el Padre Vicente acaba de llegar y debo hablar con él, así que los veré a las siete de la noche, mientras tanto quedarán a cargo del Padre Camilo.
– ¿Nos va a vigilar?
– por supuesto,… y díganle a su amigo, el joven Ricardo que también debe estar presente.
   La Madre Superiora se retiró y el Padre Camilo llegaba para acompañar a los jóvenes, se convertiría en sol y sombra de ellos durante el resto del día.
– ¿Dónde crees que esté Ricardo?
– Ni idea, tal vez esté con Estefanía
– ¿y como nos deshacemos del Padre Camilo?
– ya pensaremos en algo.
   Transcurrieron unos veinte minutos aproximadamente cuando oyeron a alguien llamándolos con voz de murmullo
– Hey… Adrián… Samanta… por aquí.
   Ellos voltearon, era Estefanía haciéndole señas detrás de unos arbustos.
– Padre Camilo – dijo la hna. Isabel quien se acercaba por el corredor del jardín – El Padre Vicente desea hablar con Ud.
– ¿el Padre Vicente? Ni mas faltaba – dijo él – pero debo cuidar a estos dos jovencitos.
– Descuide – dijo la novicia – vaya tranquilo que yo me encargo de vigilarlos.
– Muchas gracias Hna. Isabel, es usted muy amable, ahora veo porque es tan querida.
– para eso estamos, para servir al prójimo – dijo la joven novicia ruborizándose un poco.
   El Padre Camilo se retiró de prisa y la hna. Isabel rápidamente les informó:
– vengo de parte del joven Ricardo, les manda a decir que vayan a la biblioteca.
– ¿él está allá? ¿pero qué hace allá?
– No, él no está en la biblioteca, el joven Ricardo fue sorprendido esta mañana con un libro sobre el asesinato de San Agustín, y fue castigado encerrándolo en su habitación hasta la noche.
– tenía que ser él, ¿Cómo se dejó atrapar?
– pero ¿la Madre Superiora lo sabe?
– supongo que si, fue ella quien lo encerró.
– pero ella nos acaba de decir que le avisemos a Ricardo que nos encontráramos esta noche porque quiere hablarnos de…
– ¿de quien? – preguntó curiosa la hna. Isabel
   Adrián se mordió la lengua para evitar terminar la frase, tanto él como Samanta sabían que aún no era el momento de revelarles el asunto de Estefanía.
– de la Leyenda – terminó la frase.
– ¿en serio? ¿la Madre Superiora cree en la Leyenda de San Agustín? No puedo creerlo.
– Así mismo como lo oyes
– es más, deberías venir esta noche, nos citó a las siete, puedes esconderte para que seas testigo de lo que ocurra allí.
– es una buena idea muchachos, lo haré – dijo la joven novicia.
   Samanta, Adrián y la Hna. Isabel se dirigieron a la biblioteca, pero estaba cerrada.
– Que extraño, nunca la cierran en el día – le comentó la hna. Isabel al sacerdote encargado de la biblioteca.
– fueron ordenes de la Madre Superiora – dijo el clérigo
– ¿Por qué ordenó que cerraran la biblioteca hoy?
– No lo sé, tal vez sea por la visita del Padre Vicente.
– Hermana Isabel – dijo Samanta – ¿Ud. Conoce al Padre Vicente?
– en persona no, no he tenido ese privilegio, pero…
– lo sabía, mi teoría es cierta – interrumpió Samanta – y puedo comprobarlo.
– ¿de que teoría hablas?
– la que te dije esta tarde, ¿recuerdas Adrián?
– solo me dijiste ¡lo tengo! Y me llevaste a la mazmorra pero estaba cerrada.
– Porque quería preguntarle a Est…
– ¿A quien? – intervino la hna. Isabel – por amor a Dios, ¿de quien hablan ustedes con tanto misterio?
– síganme y se los mostraré – dijo Samanta.
– y aquí vamos de nuevo – comentó Adrián.

   Samanta llegó a la oficina de la Madre Superiora, y sin anunciarse, ni tocar, abrió la puerta de un solo manotón y entró.
– ¡Lo sabía! – exclamó ella – sabía que tenías que ser tú.
   Adrián y la Hna. Isabel entraron a la oficina, allí estaba la Madre Superiora hablando con un hombre bien parecido, de treinta y tantos, de cabellos oscuros y piel blanca.
– Oh disculpe – dijo la hna. Isabel – Usted debe ser el Padre Vicente.
– por fin lo conozco – dijo Adrián – me parece haberlo visto antes.
   Samanta rápidamente los interrumpió con un fuerte golpe en el escritorio, mientras decía con un tono de voz alterada:
– Este no es ningún Padre Vicente, no es más que un estafador, este es Matías, el misterioso señor que me recogió en la carretera, el de las manzanas, ahora todo tiene sentido, ¿ahora lo entiendes Adrián? Se te hace conocido porque es muy parecido a la fotografía de San Agustín que vimos en la biblioteca.

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