lunes, 14 de enero de 2013

RELOJ EN REVERSA - Capitulo 1 "Adiós Brian"



Y
a eran las diez con treinta minutos de la noche; el Terminal de pasajeros estaba casi vacío, la gente descansaba un rato mientras esperaban algún autobús, apenas se escuchaba un murmullo en el ambiente; De repente un ruido inquietante se oyó, el pequeño Brian corrió desesperado hacia Leticia, su madre:
— ¡Mamá, corre, que te persiguen! — dijo en tono de desesperación.
— Brian ¿Qué ocurre?— preguntó ella — ¿Quién me persigue? —  dijo sin salir de su confusión.
  Solo faltaban unos cuantos metros para que Brian llegara donde su madre, pero antes de extender sus brazos, un disparo se oyó en medio del bullicio… todo quedó en silencio… Los ojos de Leticia se abrían aún más mientras veía como su pequeño hijo caía lentamente como si el tiempo se hubiese detenido; su cuerpo yacía en el suelo mientras ella estaba paralizada de horror.
  Después de unos segundos que más bien parecieron horas, ella volvió en sí, y gritó:
— ¡Nooooooo! — ¡Ahhhhhh! — ¡Brian! ¡Noooooo!
  Ella miraba a todos lados tratando de buscar al responsable del disparo, nadie estaba cerca, la poca gente soñolienta apenas se acercaba para ver que había ocurrido.
¿Quién quiso matar a mi bebé? —  pensaba.
Unos guardias de seguridad se acercaron al pequeño.

— ¡Aún está vivo!— dijo uno de ellos — ¡Llamen una ambulancia urgentemente!
 Leticia se acercó rápidamente a él.
— Descuida tesoro, todo estará bien, ya vienen los paramédicos — le dijo en un tono suave.
   Su rostro se palidecía, el niño solo sonrió y una lágrima brotó por su cara, mientras extendía su mano al bolsillo de su pantalón y para sacar un pedazo de papel doblado.
— Esto es para ti, Mamá
— No digas nada, mi amor, espera a que te mejores
  Los ojos de Brian brillaron más y nunca se apartaron de los de su madre, nunca se quejó de su dolor, solo miraba fijamente a su madre y a la vez sonreía.
— Ya ves que no llegaré a los once después de todo
— Olvídalo, hijo
— Bendición, Mamá — fue lo que alcanzó a decir con algo de esfuerzo.
  El rostro de Leticia se entristeció mucho más y en medio de un sollozo dijo:
— Dios te bendiga, mijo
 Leticia veía como los ojitos de su hijo se cerraban poco a poco mientras lo tomaba fuertemente de las manos; allí, Brian Samuel Rivers Tovar respiró su último aliento de vida.
  Después de unos instantes llegó Tommy.
— No puedo creerlo, Leti — dijo con una mirada de tristeza y entre sollozos murmuró:
— Era mi único hijo, siempre lo fue, siempre lo será

  Mientras tanto Leticia seguía con la mirada en el infinito; de pronto se acordó del papel que Brian le entregó antes de morir.
— Señor — le dijo a un guardia de seguridad —¿Puede Ud. prestarme unos anteojos?
  El guardia se acercó y se sentó a su lado.
— Tenga, mi Señora, use los míos
  Ella comenzó a leer…
— ¡Por Dios! ¡Es una carta! — dijo ella mientras se secaba las lágrimas.
  Entre tanto Tommy seguía junto a la ventana de la estación del Terminal donde ocurrió todo, cerró los ojos y por primera vez en su vida elevó una oración al cielo:
— Siento mucho que haya pasado así, Brian, espero que puedas perdonarme
  Aún se encontraba orando silenciosamente cuando Leticia terminó de leer la carta de Brian, la expresión de su rostro había cambiado totalmente; ahora se veía una Leticia llena de ira y dolor.
— ¡Como pudiste hacerlo! — dijo con furia mientras le arrebataba el arma al guardia de su lado.
— ¡Señora! ¡Qué hace! — exclamó el guardia.
  Ella apuntó a Tommy, y él, sabiendo lo que ocurría nunca volteó, porque sabía que ella tenía una buena razón para hacer lo que estaba haciendo; solo miró la hora en su reloj, eran las once con siete minutos de la noche, así que lo atrasó una hora.

— Señora baje el arma por favor — decía el guardia mientras llamaba refuerzos.
— Nunca te lo perdonaré Tommy — dijo Leticia apuntándole aún, y apretó el gatillo.
— Amén — fueron las últimas palabras de Tommy antes de caer al suelo por un disparo en la cabeza.
— ¡Noooo! — fueron las palabras del guardia que corría hacia el cuerpo.
  Leticia dejó caer el revolver entre sus dedos, se acercó lentamente a un banquillo, se sentó como si le costara hacerlo, cubrió su rostro con sus manos y al cerrar sus ojos, solo dijo en voz de murmullo:
— Perdóname Brian
 Y sin hacer nada más, Leticia miró al cielo y se desmayó.

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