jueves, 17 de enero de 2013

APOLIMIA ATACA AL REY - Capitulo 10 "Apolimia juega al Ajedrez"



Noviembre 29, Tres meses para el ataque

T
odo marchaba con absoluta normalidad, aunque nada en el mundo pueda ser absoluto, sin embargo en el Castillo Real de Laeken se respiraba un aire de paz, se podría decir que era algo como la inquietante calma antes de la tormenta. La Guardia Real fue duplicada, aunque solo Felipe, el Rey y su secretario conocían la existencia de aquella misteriosa nota recibida hace un poco más de un mes. Sin embargo, no fue sino hasta ese día que el radar de alarma de Felipe, quien ahora se encargaba de recibir personalmente el correo del castillo, se disparó a millón al ver entre las cartas una sin remitente, rápidamente la abrió y leyó su contenido, solo era una línea que decía: “Estoy más cerca de usted mi Rey, Apolimia.”
– ¿Cómo es posible que no sepamos quien envía esta carta? – decía enojado Felipe al cartero – Ud. debe saber quien las envía
– no sé de que me habla Señor, yo solo las tomo del buzón, son públicos y cualquiera puede echar una carta dirigida al Castillo
– lo sé, ya lo sé, por esa estúpida Ley de que el pueblo puede escribirle a la familia real, pero al menos deben poner el rem…
   Felipe se detuvo, estaba dando demasiados detalles y revelando información más de la cuenta, ni el cartero, ni nadie más debían enterarse de las extrañas notas que recibían mensualmente,
– Lamento la escena – se disculpó él – puede retirarse.
   Felipe veía al cartero marcharse e inmediatamente envió una pequeña y discreta tropa a seguirlo, ahora entraba dentro de los sospechosos, por supuesto, dicha paranoia solo existía en su mente, ya no le estaba gustando ese jueguito de las notas anónimas, las había analizado y ninguna huella o epitelial se había encontrado.
   Después del desayuno, que estuvo sublimemente delicioso, Balduino bajó al Estudio preguntando por su padre.
– Su Majestad está fuera de la ciudad – respondió Phil mientras ajustaba unas delicadas cortinas de seda y terciopelo en las ventanas del Estudio
– gracias Phil, pensé que ya había regresado
– aún no Su Alteza, recuerde que debe preparar todo para la fiesta estelar
– cierto, hágame un favor Phil, dígale a Martine que prepare un soufflé de manzanas y ensalada de langostinos rojos para la cena, porque tendré una invitada especial.
– De inmediato Su Alteza.
   Phil dejó las cortinas por un momento y se dirigió a la cocina, Balduino le detuvo.
– oh no Phil, no es necesario que vaya ahora mismo, puede hacerlo después que haya terminado sus quehaceres.
– como usted diga Su Alteza.
   Balduino se retiró a su recámara, no habían pasado ni cinco minutos, cuando el príncipe Albert entraba por la puerta del jardín, vestido deportivamente.
– Quiero que me prepare el baño, vengo exhausto – le dijo Albert
   Phil solo pensaba: “Tantos sirvientes en este Castillo y los dos príncipes me ordenan todo a mi”
– De inmediato Su Alteza – respondió Phil
– ah, y sin muchas sales en el jacuzzi, la última vez fue exagerada la cantidad
– lo tendré en cuenta Su Alteza
– hágalo rápido ¿quiere? Aún es muy joven como para estar achantado, señor…
– Phil Alteza, mi nombre es Phil
– como sea, vaya de prisa, hoy saldré un rato.
   Phil se retiró a preparar el baño del príncipe, tenía unas ganas enormes de colocar un animal venenoso en el jacuzzi, pero desistió la idea, tenía que soportar sus caprichos hasta febrero porque su recompensa seria mayor, ese Albert le recordaba a Ricardo, aquel compañero del Convento que casi lograba aniquilarle, Phil quería acabar con Albert, sonreía porque Ambar le prometió que lo haría, él mismo sería el encargado de matar en persona al príncipe Albert cuando llegase el momento. En febrero 17, el día de la lluvia de estrellas, la familia real belga estaría aniquilada por completo, un aire de éxtasis subía por las venas de Phil al pensar en ese día, tres, solo tres meses faltaban, paciencia, era todo lo que debía tener, Phil volvía a sonreír mientras ajustaba la temperatura del baño de Albert, y murmuraba a la vez: “Yo mismo acabaré contigo Albert, y créeme que lo disfrutaré” Phil seguía sonriendo con aquella mirada maléfica.
   La tarde caía lentamente, cuando una limosina cruzaba el jardín de la entrada y se detenía en la puerta del Castillo.
– ya está aquí – dijo Balduino al oír la bocina, y se dirigió al Salón Real donde la realeza recibía a las visitas.

   Una hermosa mujer, ataviada de un hermoso traje de channel salmón con blanco, bajaba de la limosina y entraba al salón, un mayordomo y dos sirvientas la atendían.
– muy amables – decía la dama luego de que le ofrecieran un aperitivo y una copa de vino
– Su Alteza no tarda mademoiselle – acotó el mayordomo.
   Unos escasos quince minutos transcurrieron hasta que Balduino entró al Salón saludando a su invitada.
– Balduino, ¡Cómo has cambiado! – exclamó ella al verle entrar
– en cambio tú estás idéntica que cuando estábamos en Champittet
– cierto, las Escuelas Élite de Suiza nos tenían así, hace tanto tiempo
– tonterías, solo han pasado tres años, ¿Lograste terminar tus estudios en Suiza?
– oh no Balduino, me retiraron la beca
– no lo sabía ¿Por qué no me dijiste nada?
– ¿Cómo iba a molestarte con eso? Eres un príncipe y ya te habías graduado, no te iba a pedir dinero
– ¿Por qué no? Estaría complacido, sabes que somos amigos y que yo siempre te he…
   Balduino se detuvo mientras su rostro se ruborizaba. La hermosa dama tomó sus manos, y se le acercó un poco más susurrándole:
– lo sé mi querido Balduino, pero jamás abusaría de tu jerarquía o tu influencia, terminé mis estudios en otra escuela, no tan prestigiosa como Champittet
– me alegro mucho, me acuerdo de ti y esa extraña compañera de habitación que tenías ¿recuerdas? La que siempre lloraba por su tío ¿Cómo es que se llamaba? Stanem, Betty Stonen…
– Beatrix Stonen, su tío murió y naturalmente heredó todo, ahora es multimillonaria, perdí el contacto con ella hace dos años
– no importa ahora, me alegro que hayas aceptado esta invitación, desde que supe que estabas en Bruselas quise invitarte.
   En ese instante Albert volvía de su paseo y estaba a punto de entrar al Salón de Copas a tomar algo, cuando Balduino lo llamó y lo invitó al Salón Real:
– ¡Albert! Ven a ver quien está aquí, Ambar ¿la recuerdas? Ambar Drescher, estudiamos juntos en el College Champittet
– ¿Cómo le va Albert? – saludó Ambar
– príncipe Albert para usted mademoiselle – repuso Albert con un tono algo engreído, hizo una reverencia con su cabeza y se retiró.
   Ambar frunció el ceño tan delicadamente que Balduino no lo notó, ella solo pensaba: Apolimia ahora juega al ajedrez, las fichas comienzan a moverse”

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