jueves, 17 de enero de 2013

APOLIMIA ATACA AL REY - Capitulo 4 "La Habitación 27"



Vancouver, Canadá

S
oplaba un viento frío desde el oeste, los árboles comenzaban a perder sus hojas, el otoño había comenzado, las calles lucían iguales aunque un poco menos transitadas, el cartero llevaba el correo como de costumbre, pues efectivamente en Vancouver aún se usaba el viejo método del correo. El cartero llegó a lo que parecía una Compañía de Seguros, subió al ascensor y se dirigió al piso siete, caminó hacia la oficina 22 y dejó un paquete a nombre de Scott Campbell, este lo tomó y firmó el registro. Abrió el paquete y descubrió que se trataba de un cliente, una anciana que solicitaba su asesoría pero no podía ir para allá, así que le pedía que la fuese a ver a su pensión lo antes posible.
   Al terminar el día, Scott se dirigió a su casa, era una casa grande de dos pisos con un gran patio y un hermoso jardín; saludó a su esposa Rachel y cargó a su pequeño hijo de tres años.
– Papá, ¡mira lo que conseguí! – le dijo el pequeño en inglés mientras le mostraba un caracol vivo en su mano
It’s beautiful – respondió
– ¿Cómo te fue hoy amor? – le preguntó su esposa en francés
– normal, recibí una cita de una clienta para suscribirse al seguro
– una clienta ¿eh?
– Descuida honey – respondió él en inglés – es una anciana que necesita un seguro, iré a verla mañana, será fácil de convencerla a unirse a nosotros
– de acuerdo, la cena estará lista en un momento.

   Después de la cena, Scott y Rachel platicaban del día, de los planes de viajar en navidad y llevar a su pequeño hijo a USA. Durante la noche Scott no podía conciliar el sueño, se levantó a tomar un poco de leche, volvió a tomar la carta de la anciana que solicitaba asesoría, y releyó las ultimas líneas, donde le indicaba la dirección: “Por favor, estaré en la habitación 27, se la describo así porque en realidad es la número 267, pero el número seis se ha caído y para que Ud. no se confunda le dije 27, aunque ambos números estén separados, espero que me entienda usted. Atte Mrs. Drescher.”
   Viejos recuerdos vinieron a la mente de Scott, gracias al número 267, sin lugar a dudas debía acudir, cliente es cliente, y su paranoia solo existía en su mente.
   Al otro día, bien temprano, Scott se dirigió a la Pensión “Pour Toi” donde se encontraba Mrs. Drescher, específicamente en la habitación 27, cuando llegó tocó tres veces y efectivamente vio que faltaba el seis entre ambos números.
– Por favor pase adelante – le dijo una voz femenina desde adentro
– Buenos días Mrs. Drescher, soy Scott Campbell de los Seguros…
– ya lo sé – dijo ella – yo misma lo llamé, por favor tome asiento.
   Scott se acercó mas y logró notar que la dama en cuestión no era ninguna anciana, todo lo contrario, la supuesta Mrs. Drescher lucía joven de veintitantos años.
– ¿Qué es esto? – preguntó molesto – ¿una especie de broma?
– de ninguna manera Señor Campbell – respondió ella en un perfecto español – ¿o debo llamarle Señor Domínguez?
   Scott palideció completamente, pero de inmediato recobró la compostura y respondió:
– ¿Domínguez? ¿De donde saca Ud eso? ¿Quién es usted?
– veo que entiende bien el español
– desde luego, es parte de mi trabajo saber muchos idiomas, pero me debe estar confundiendo con alguien más
– de ninguna manera Mr. Campbell, sé bien que es usted Ezequiel Domínguez, permítame presentarme, soy Ambar Drescher y vengo a…
– ahórrese su presentación – le interrumpió – si no necesita mis servicios, me retiraré de inmediato, no seguiré siendo participe de esta farsa
– ¿farsa? ¿Qué yo soy una farsa? Le recuerdo que es Ud. quien cambió de identidad y de vida, hasta hizo una nueva y hermosa familia
– con mi familia no se meta – le respondió Scott amenazante señalándola con el dedo
– No tendré que hacerlo si usted colabora conmigo
– ¿Qué quiere?
– quiero usar ese mismo talento suyo para disfrazarse y camuflajearse, y así adoptar una nueva vida
– le repito que yo no soy ese tal Domínguez
   Ambar sacó de su cartera una carpeta con varias hojas
– ¿Cree usted en el destino Mr. Campbell?
– claro que no
– pues yo tampoco lo creía, hasta que estaba yo en las Bahamas cuando literalmente una botella llegó a mi campamento a orillas del mar ¿y que cree que contenía adentro?
   Scott abría aun mas sus ojos mientras Ambar leía el contenido de la carpeta.

 “Mi plan dio resultado, el crimen perfecto si existe…” “solo ustedes los que lean esta carta conocerán la verdad completa…” “tal vez se haga una película sobre el caso de la habitación 267, la pregunta es ¿Quién hará mi personaje?...”

   Ambar terminó de leer y luego agregó:
– precisamente le ofrezco el mejor de los personajes: el de un Duque ¿Qué le parece?
– ¿Cómo encontró esa carta?
– ¿no le acabo de decir que el mar la trajo a mi? Ya que no creemos en el destino lo llamaremos casualidad
– no puede probar que ese soy yo ¿Cómo me encontró?
– también tengo mis contactos Mr. Campbell ¿acepta o no mi propuesta?
– ¿y si me rehúso? No pude probar que ese de la carta soy yo, ese caso quedó cerrado hace años allá en Venezuela
– lo sé, no pienso amenazarlo con eso, no soy de esas personas, solo le pido que lo piense bien y hablamos mañana, solo le diré que “algunos caracoles pueden resultar venenosos”
– ¡Qué demonios…! ¿está usted…? ¿fue usted quien le dio eso a mi hijo? Es despreciable, me dijo que no es una mujer de amenazas.
   Ambar se le acercó y esta vez con una facción totalmente seria le dijo:
– las amenazas son condicionales, yo no soy así, lo que yo digo lo cumplo, así de sencillo.
– entonces no me deja otra alternativa
– desde luego que la hay, puede usted aceptar mi propuesta o huir de nuevo y comenzar otra vida, adoro ese don suyo, adaptarse a cualquier circunstancia
– si acepto su trato ¿me promete que dejará en paz a mi familia?
– ¿se refiere a Rachel y al pequeño Jimmy? Por supuesto, lo que prometo lo cumplo
– ¡Hecho! – respondió Scott y salió disparado de la habitación.
   Mientras bajaba las escaleras tropezó con un hombre mayor, al cual se le cayeron unos libros que llevaba en su mano
– Disculpe, déjeme ayudarle – dijo Scott
– no se moleste – respondió el hombre
– es mi culpa, venía distraído – decía mientras tomaba los libros y se los entregaba a aquel hombre, uno de ellos le llamó la atención, un libro que se titulaba: Apolimia, la diosa de la vida, la muerte y la destrucción.”

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