jueves, 17 de enero de 2013

APOLIMIA ATACA AL REY - Capitulo 12 "El Caballo avanza hacia el Rey"



Diciembre 23, Dos meses para el ataque

S
erá un evento único en su estilo, ocurre cada 107 años, no solo el cometa Apolo se acercará a la tierra, sino que traerá una lluvia de meteoritos que será visible en casi toda Europa y Norte de África la noche del 17 de febrero – comentaba el rey Leopoldo a sus hijos Balduino y Albert durante el desayuno – y para eso he invitado a los grandes monarcas y diplomáticos de la época a una gran cena en el Palacio Real.
   El Rey Leopoldo era un hombre de aspecto sobrio que impartía autoridad, rondaba los cincuenta años de edad, pero poseía un espíritu joven y lleno de prosperidad; su barba canosa, en lugar de darle una imagen de senilidad, lo hacía ver más sabio y regio. Sus hijos asentían y escuchaban mientras él proseguía con sus planes; por supuesto todos ya tenían conocimiento acerca del gran evento de febrero, incluso ya se había comunicado meses atrás el deseo de hacer una gran fiesta ese día de la llegada del cometa y la lluvia de meteoritos que mas bien parecerá una lluvia de estrellas cayendo en el firmamento. Al final del discurso, el Rey agregó:
– Además, para la Cena Navideña de mañana he invitado a su primo Theodore para que pase esta temporada con nosotros
– ¿Cómo? – preguntó Albert acelerado –  ¿Por qué has invitado a Theodore?
– ya es hora de hacer las paces ¿no creen?
– es lo que le comentaba a Albert – intervino Balduino – Theodore no tiene la culpa de lo que hizo Tío Félix
– ¿y vas a seguir diciéndole Tío a ese traidor? – agregó Albert – Félix era nuestro primo tercero
– ¡como sea! – retomó el Rey Leopoldo – ya lo he invitado y mañana mismo estará aquí, así que quiero que sepan apreciarle y atenderle, como cuando eran niños y jugaban los tres
– por favor padre, ya no somos niños
– eso lo sé Albert, pero denle una nueva oportunidad, Theodore ya pagó por los errores de su padre y quiere enmendarlo todo, quiere empezar de nuevo
– es justo – agregó Balduino – el perdón es el mayor de los honores, él es nuestro único familiar
– ni modo – murmuró Albert – trataré de olvidar el pasado
– Así me gusta hijos, que puedan darle una oportunidad a quien se los merece, ya puedo morir tranquilo sabiendo que el destino del país quedará en buenas manos, en mis hijos, Balduino reinando y Albert como su mano derecha
– No hables así padre, pareciera que te fueras a morir pronto y aún faltan muchos años para eso.
   Balduino se levantó de la mesa y antes de retirarse dijo:
– Hablando de invitaciones a la Cena de Navidad, no hay ningún inconveniente en que traiga a una invitada a cena ¿verdad?
– claro que no hijo – mencionó el Rey – veo que te has interesado en una dama, ¿puedo saber quien es?
– es una chica del College Champittet – dijo Albert – últimamente Balduino solo piensa en ella
– ¿es cierto eso? Bueno, pues si es una joven de tal importancia, adelante hijo, cualquier alumna del prestigioso Champittet es bienvenida
– muchas gracias padre – respondió Balduino – iré a llamarle ahora mismo, espero que aun esté en la ciudad y no tenga planes para mañana
– tal vez los tenga, recuerda que es esta temporada la gente la pasa con la familia
– lo imagino – suspiró Balduino – ella está sola aquí en Bruselas, solo tiene un tío y una prima, creo que están en el exterior.
   Albert se levantó también de la mesa y con una palmada en el hombro de su hermano le dijo:
– solo te digo que actúes con prudencia
– pensé que esa conversación ya había acabado
– solo digo, y con su permiso, me retiro.
   Ambos príncipes salieron del comedor y el Rey Leopoldo mandó a llamar a Martine con uno de sus criados, una vez entrado ella ante el Rey, este le dijo:
– Martine, quiero que para mañana te luzcas con una impecable y suculenta comida de esas que solo tú sabes hacer
– ¿algún menú en particular que quiera Su Majestad?
– sólo impresióname.
   Martine sonrió lo más discreta posible, en sus pensamientos pasaban un millón de cosas, una de ellas era: “claro que si mi Rey, quedará usted más que impresionado.”

   Temprano en la mañana siguiente, Theodore llegaba al Castillo de Laeken, Balduino acompañado de Felipe fueron a recibirle
– Bienvenido primo – dijo el príncipe – ¡Cuánto tiempo sin vernos!
– han pasado muchísimos años – respondió Scott personalizando a Theodore – diez para ser exactos, como extrañaba este lugar
– por favor, entra y ponte cómodo, esta también es tu casa
– le mostraremos su habitación – intervino Felipe mientras daba órdenes a Phil y otros criados para llevarle su equipaje a la recámara preparada especialmente para él.
   Durante el resto del día, Theodore paseaba por los jardines del Castillo, luego jugaba el golf en compañía de Balduino y Albert, recordaban viejos tiempos y hablaban de economía, los buenos vinos y los tipos de mujeres.
   Llegando la tarde, todos se preparaban para una discreta Cena Navideña, demostrando el catolicismo inculcado en la Familia Real. Balduino fue a recibir a Ambar, su invitada, quien estaba ataviada acorde a la ocasión.
– espero no haber llegado tarde – se disculpó Ambar
– descuida, aun es temprano – le dijo Balduino mientras la conducía al interior del Castillo – te mostraré tu habitación, es una pena tu tío y tu prima no nos acompañen
– oh si – respondió ella – no pueden venir hasta el 27, temía pasar esta temporada sola.
   Un rato después, faltando unos minutos para las ocho, Balduino le presentó a Ambar su primo Theodore, el cual hacía su papel perfectamente. Scott y Ambar actuaban cual desconocidos y apenas cruzaban algunas palabras, Albert seguía observando a Ambar como un conejo cuidándose de un águila, ella solo le sonreía y éste no tenía otro remedio que devolverle una sonrisa fingida mientras alzaba la copa en su mano. Luego, el Rey Leopoldo apareció con su soltura y destacada sobriedad, digno de un monarca respetado y saludó a los invitados presentes.
– ella es Ambar, padre – dijo Balduino cuando el Rey se acercó a saludarla – Ámbar Drescher, no sé si la recuerdas del Champittet
   el Rey Leopoldo se tambaleó por un instante, sus ojos se abrieron tenuemente al oír ese nombre. Ambar hacía una leve reverencia ante Su Majestad mientras pensaba para sí misma: Apolimia está de vuelta”
– no creo recordarle mademoiselle – repuso el Rey – espero que me disculpe usted
– es comprensible Su Majestad, pierda cuidado – respondió Ambar con una sonrisa sutilmente malévola. En ese instante se escuchó la voz de un mayordomo diciendo que la cena ya estaba servida, y podían pasar al comedor.

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