miércoles, 16 de enero de 2013

LA HABITACIÓN 267 - Capitulo 11 "Una casa sin libros es como una habitación sin ventanas"



E
l equipo forense levantó la escena del crimen que por primera vez no fue en la habitación 267, sino en la de al lado, donde se guardaba y registraba todo lo ocurrido en la 267, ahora todos los registros habían desaparecido, no cabía la menor duda de que se trataba de un empleado del hotel, aunque mis sospechas se centraban en el gerente principal: el Sr. Columbus, pero una corazonada no era suficiente para obtener una orden de registro, necesitaba investigarlo, y sé que puede parecer imprudente de mi parte, pero decidí investigar al Sr. Columbus por mi propia cuenta, corriendo el riesgo de caer en una posible trampa, aun me preguntaba ¿Por qué el acoso hacia mi persona? ¿Qué objeto tenía eliminar a mi equipo y dejarme vivo? ¿Por qué asesinaba a todos y a mi solo me dopaba? Algún propósito tenía ¿acaso quería que yo personalmente lo descubriera? Pues eso es lo que haré.
   Esta vez no me importó el riesgo ni el peligro que corría, me dirigí a la oficina del Sr. Columbus, esta vez en calidad de detective, la secretaria apenas me vio se puso de pie
– el Sr. Columbus no puede atenderle – me dijo
– estoy en una investigación y debe atenderme – le respondí mientras le mostraba mi placa.
   Acto seguido entré a su oficina sin anunciarme y para mi sorpresa estaba vacía.
– ¿Dónde está el Sr. Columbus? – le pregunté a la secretaria
– no se encuentra
– eso lo puedo notar, pregunté donde está
– salió a una reunión hace una hora
– ¿una reunión? Que conveniente – murmuré mientras sacaba mi teléfono y llamaba a Marco Antonio para saber si había visto salir al gerente
– no lo ha hecho – respondió él – al menos no por la puerta principal
– ¿a que te refieres?
– si está huyendo lo habrá hecho por la parte trasera del hotel, hasta allá no tengo acceso
– no puede ser, no puede escaparse Marco Antonio, debemos atraparlo
– pero Ezequiel, necesitamos una prueba en su contra para arrestarlo
– ¡demonios! – exclamé con furia y colgué.

   Sé que Andrade no tenía la culpa de mi cólera, pero me daba coraje no poder hacer nada, teníamos a un sospechoso pero no podíamos interrogarle porque nada lo acusaba, solo era su palabra contra la mía, algo tenía que hacer, si el Sr. Columbus era el responsable de todas estas muertes lo atraparé, eso lo juro, no será mas listo que yo, claro que no carajo, algún error debe cometer y lo atraparé.
   Volví a mi habitación, me acosté un rato para calmar mis ideas y pensar claramente, me di un buen baño de agua fría y me acosté mirando al techo, seguía pensando, de ser el Sr. Columbus el responsable debía tener un cómplice, sus coartadas eran ciertas, aun me preguntaba ¿como hacía para que los huéspedes se suicidasen? ¿les apuntaba con un arma? ¿los amenazaba?, no lo sé,
pero era extraño, muy extraño, aunque debo reconocer que era un poco ingenioso, pero ¿Qué motivos tendría? Todo criminal debe tener un motivo.
   El teléfono sonó, era el jefe diciéndome que encontraron una huella del Sr. Columbus en la laptop formateada, prueba suficiente para solicitar una orden de registro a su casa y oficina, fue la mejor noticia que he oído en días.

   Fui autorizado junto con Andrade a revisar la oficina del sospechoso, indagamos en cada recoveco buscando algo que lo asociara con los crímenes, ya no estaban las fotos donde aparecía con Judith Fernández, revisamos cada libro de su oficina, que mas bien parecía una biblioteca, ¡que cantidad de libros tenía ese señor en su oficina! Había de economía, finanzas, política, salud, ciencia, de todo; pero nada sospechoso, en eso Andrade mostró un papel guardado en una gaveta del escritorio.
– encontré esto Ezequiel – me dijo al mismo tiempo que abría la hoja de papel doblada en cuatro partes, similar a las otras que había recibido.
– es él – dije – es igual a las demás, tiene que ser él
– ¿y que dice?
   Lo leí en voz alta, la nota decía: “una casa sin libros es como una habitación sin ventanas, ¿por sonde saltarás?”
– tiene que ver con el suicidio de Judith – dije
– cierto, la que se lanzó por la ventana ¿tu crees que esté relacionado?
– desde luego Marco Antonio, es él, el Sr. Columbus es el responsable.
– pero creo que es una especie de acertijo, aunque parece una simple metáfora.
– ¡Acertijo! Tienes razón, debemos ver las otras notas que recibí junto a Daniela ¿Dónde están?
– en la estación, ya las mando a traer
– y a todas estas ¿Por qué el jefe no quiere que salgamos del hotel?
– no hasta que terminemos la investigación – respondió Andrade
– que obsesión ¿no crees?
– creo que si, pero hay que seguir sus órdenes.
   Andrade y yo bajamos al lobby y fuimos a recepción, la señorita Maldonado nos confirmó que el Sr. Columbus había salido hace una hora junto a la mucama Lorena Fernández.
– esto si que es interesante – murmuré – los cuñaditos ahora se la pasan para arriba y para abajo
   De pronto Helen la recepcionista agregó:
– por donde saltarían
– ¿perdón?
– no me haga caso – dijo ella nerviosamente – es solo una canción que no se me quita de la cabeza
– ¿Cuál canción?
– una que dice que si una habitación no tiene ventanas ¿por donde saltarías tú?
– ¿Quién la canta?
– es muy vieja de los 70, no recuerdo el grupo, pero puede descargarla en internet.
   Me quedé pensando en la nota que encontramos en la oficina del gerente, tuve un presentimiento y llamé a Parra, un colega que se encargó de registrar la casa del Sr. Columbus
– Parra, soy Domínguez, ¿por casualidad hay algún libro en la casa del sospechoso? – le pregunté
– fíjate que no – respondió – lo mas insólito es que ni un solo libro hay en esta casa ¿no te parece extraño?
– la verdad si, pero no me sorprende.
   Una casa sin libros es como una habitación sin ventanas ¿por donde saltarás?, era la frase que tenía entre ceja y ceja, algo significaba, algo que descubriría apenas tuviera todas las notas anónimas. Mientras seguía reflexionando pude notar como Helen, la ingenua y descuidad recepcionista, nos miraba con una sonrisa un tanto maléfica y misteriosa, yo seguía hablando con Andrade pero mi oído estaba atento a lo que ella decía; Helen tomó el teléfono de recepción, marcó un número y dijo: “Ya está todo listo” y colgó; ella pensó que por la distancia no la escucharía, pero si logré oírle, ahora ella con su cancioncita, entraba en mi lista de sospechosos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario