martes, 15 de enero de 2013

EL INEFABLE DÍA TRECE - Capitulo 2 "Pasajeros"





J
ulián Montiel llegó al terminal a las siete y media de ese 12 de Diciembre, siempre le gustaba llegar a tiempo, Cuando por fin se hicieron casi las ocho de la noche, Se escuchó el anuncio del Expreso San Martin que partiría de la ciudad capital prontamente. Julián subió al expreso y se sentó en el asiento número 10 justo en la mitad del bus.
   Rato después llegó Tamara, colocó su bolso de mano en la parrilla y se sentó en el asiento número 17, sacó un iPod y se recostó a escuchar música; Julián se la quedó viendo un rato tratando de recordar algo. Seguidamente subieron al bus Luisana y Ted, éste último se sentó en el asiento número 13.
—Creo que ése es mi puesto— dijo Luisana.
—Oh! Lo siento, creí que era el 14— se disculpó Ted, —es que estoy emocionado por el viaje.
—¿Cree Ud. en la mala suerte?
—Al contrario, hoy he tenido mucha suerte. ¿Por qué me lo pregunta?
—Por el número de asiento que nos disputamos.
—Jaja, es cierto, pero descuide; como ve no me pasó nada al sentarme allí; por cierto, soy Ted.
—Luisana, un placer.
   Ted y Luisana quedaron uno al lado del otro y comenzaron a conversar, luego entraron al Expreso Marco, Cindy y Rick. Cindy y Marco se sentaron en los asientos 7 y 8 respectivamente, y Rick ocupó el asiento número 12, justo detrás de ellos. Otras personas subieron y ocuparon los otros puestos restantes, excepto tres de ellos que aún estaban desocupados: los asientos 1, 2 y 3.
   El Conductor del Expreso anunció que ya partirían a San Martin sin esperar a nadie, el bus comenzó a moverse.
—¡Esperen! ¡Esperen! — gritaba alguien desde afuera.
   El expreso se detuvo y un hombre delgado de unos 30 años subió al bus.
—Disculpe el retraso Sr. Soy Robinson Duarte, representante artístico de Geribeth.
—¿Geribeth, la modelo? — preguntó asombrado Ted.
—Sí señores, la modelo viajará con nosotros en éste expreso por inconvenientes de último momento.
—Será un placer— respondió Marco.
—No empieces Mark, no empieces— le regañó Cindy.
   Al mismo tiempo que subía una bella mujer de unos 20 años, con piel clara y cabello negro oscuro, con unos ojos gris pardo y un pantalón y chaqueta de cuero amoldado en su cuerpo de diosa.
—¡WOW! Que hermosa— comentó Ted.
—Sí, es muy linda y rica— dijo Luisana.
—Por Dios, debe ser pura cirugía— resaltó Alguien
   Todos la miraron con gran admiración, mientras el detective Montiel sonreía por la escena. Geribeth se sentó en el asiento 1 y su asistente, quien ante tal artista pasó desapercibida, se sentó junto a ella en el puesto 2; Robbie se quedó en el 3 al otro lado del pasillo; y el Expreso arrancó con todos sus veinticuatro puestos llenos.
   Una hora después, el Bus seguía en camino, muchos dormían, otros hablaban en susurros; y Ted se acercó al puesto de Geribeth.

—Disculpe Srta. Geribeth, ¿está Ud. dormida?
—Pues ya no imbécil— contestó su asistente.
—Anya, no seas grosera— le reprendió Geribeth.
—¿Me daría su autógrafo? Soy un gran admirador suyo.
—Por supuesto, ¿Cómo te llamas?
—Ted
—Aquí tienes Ted.
—Gracias, eres simplemente genial, ¿Te puedo dar un beso?
—No te pases muchacho— dijo Anya.
—Está bien— dijo Geribeth, y le imprimió un beso en la mejilla
—Lo va a morder un peluche— le comentó Marco a Cindy.
   Pasaron varios minutos más cuando el expreso se detuvo. El conductor abrió el compartimiento que lo separaba de los pasajeros.
—Ya llegamos a la ciudad de Vallenar, los que se bajan aquí acérquense al maletero a retirar su equipaje— dijo él.
—Recuerde que yo me bajo en La Floresta Sr. — mencionó Tamara.
—Si Srta. Ya lo sé, no me olvidaré— respondió el conductor.
   Los pasajeros que se quedaban en Vallenar bajaron, y luego de varios minutos el conductor entró de nuevo al expreso, el cual estaba casi vacío; solo quedaban ocupados los puestos 1, 2, 3, 7, 8, 10, 12, 13, 14 y 17.
   La noche se tornaba más densa y oscura mientras el Expreso que iba de la capital a San Martin avanzaba con tranquilidad, y sus tripulantes dormían plácidamente, ya eran más de las once de la noche.
   De pronto Luisana dio un grito espeluznante que le espantó el sueño a todos.
—¿Qué te pasa Luisana? — preguntó Ted.
—Tuve un sueño horrible, disculpen todos, vuelvan a dormir— se dirigió a los demás.
—Vuelvan a dormir— la remedaba burlonamente Anya, —¡Como si fuese fácil agarrar el sueño!
—Deja de quejarte tanto Anya— decía Geribeth.
   El detective Montiel observaba a Luisana quien se movía en su asiento junto a Ted; Aunque no quisiera, Julián no pudo evitar escuchar la conversación de sus vecinos de asiento de atrás.
—Fue muy extraño Ted.
—¿De qué se trataba Luisana?
—Soñé con una vaca.
   Ted soltó una risa burlona, de inmediato Luisana lo fulminó con la mirada, y éste se disculpó.
—¿Cómo te puede dar miedo una vaca? — preguntó Ted.
—No es solo eso, resulta que la vaca estaba comiendo maíz y…
—¿Maíz? Las vacas no comen maíz, ¿o sí?
—Quieres dejar de interrumpirme, era un sueño, cualquier cosa podía pasar.
—Buen punto.
—Te decía que una vaca comía maíz y de repente murió de la forma más aterradora. Luego había un espejo roto y muchos jaguares cerca del espejo, el cual mostraba un extraño reflejo, era como un caballo… No, era un unicornio aterradoramente hermoso.
—¿Un Unicornio? Ahora sí que te volviste loca Luisana.
—Es verdad, es lo que soñé, no sé porque te cuento estas cosas si apenas te conozco, pero tenía que contárselo a alguien.
—De acuerdo, vuélvete a dormir— le dijo Ted.

   Luisana se acomodó en su asiento y Ted la miraba un poco extrañado, mientras que Julián parecía entender a la pobre muchacha y su extraña pesadilla.
   De pronto, se escuchó un frenazo muy fuerte, todos se despertaron asustados, el Expreso dio un giro violento y chocó contra un árbol, todos gritaron de horror.
—¿Están todos bien? — preguntó Marco, —¿Hay alguien herido?
—Estamos bien, pero ¿Qué fue eso? Casi nos matan— dijo Geribeth.
   El conductor salió de su puesto y muy alterado les dijo a todos:
—Una vaca, una maldita vaca estaba atravesada en la carretera y me hizo virar drásticamente haciéndome chocar.
   De inmediato Ted miró a Luisana y ésta a él, ambos quedaron boquiabiertos. La pesadilla apenas comenzaba.

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