Diciembre 24, Dos meses para el ataque
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na vez
que todos estuvieron en el comedor y en sus respectivos asientos, el Rey ordenó
que se sirviera la comida, éste ocupaba la cabecera de la mesa obviamente, a su
lado derecho estaba Balduino y junto a él Ambar quien sonreía tímidamente con
las ocurrencias de él. Frente a ellos, en el lado izquierdo de la cabecera,
estaba Albert y junto a él se encontraba Theodore, un puesto más allá estaba
Felipe, el resto de los asientos de la enorme mesa de 12 metros, estaban
desocupados.
Se sirvió de entrada unos macarrones con
salsa de champiñones, Theodore hablaba de sus viajes por Europa Oriental y
Medio Oriente, Albert comentaba de vez en cuando su deseo de viajar por esos
países, Ambar mostraba un gran interés en las aventuras de Theodore, mientras
el Rey Leopoldo miraba frecuentemente aquella joven que acompañaba a su hijo
Balduino, estaba seguro que la conocía de algún otro lugar aparte del Champittet, pero no recordaba cual, sin
embargo el apellido Drescher por alguna razón le causaba escalofríos.
– ¿En
que piensas padre? – preguntó Balduino interrumpiendo sus ideas
– solo
pienso en lo agradecido que estoy por tener a mi familia unida – respondió él
– así
es – dijo Balduino – propongo un brindis por eso.
Todos alzaron sus copas, luego Albert
agregó:
– nuestra
madre estaría orgullosa, que Dios la tenga en su santa gloria
– Amén
– intervino Theodore – tengo vagos recuerdos de ella, pero sé que era una mujer
muy hermosa
– lo
era, y muy sabia además – añadió Balduino – Mamá era la persona mas inteligente
que jamás haya conocido.
Theodore tomó un bocado y luego agregó:
– ¿puedo
preguntar?, si no es mucha indiscreción ¿Cómo murió la Reina Astrid?
– fue
un accidente – respondió el Rey Leopoldo – un terrible accidente
automovilístico.
Una lágrima rodó por su mejilla, mientras
Ambar se percataba de que el Rey tenía una mirada culpable y avergonzada, ella
sonreía porque conocía la verdad sobre la muerte de la reina, y no fue tan
“accidental” como el Rey lo aseguraba.
– es
lamentable – dijo Ambar – que Su Majestad el Rey y Su Majestad la Reina
estuviesen solos en aquel momento, nadie pudo auxiliarla a tiempo
– asi
es mademoiselle – respondió el Rey –
tuve suerte en salir a tiempo, pero mi querida Astrid no, y cuando llegaron los
paramédicos ya era muy tarde y…
– ¡Es
Suficiente! – exclamó Felipe quien había permanecido en silencio hasta ahora –
Ya basta de recordar ese trágico día, no le hace bien a Su Majestad
– Felipe
tiene razón – mencionó Albert – este no es un tema ideal para una cena navideña
– quiero
aprovechar entonces para agradecerles el pasar con ustedes estos días – resaltó
Ambar – mi tío y mi prima siguen fuera del país, y es muy triste pasar la
navidad sola, pero gracias a Balduino no fue así
– Yo
también agradezco que Tío Leopoldo me haya invitado, llevaba mucho tiempo sin
venir – acotó Theodore
– pero
nunca te dignaste a visitarnos – agregó irónicamente Albert
– Albert,
no empieces – le regañó su hermano
– es
cierto – prosiguió Theodore – no me atrevía a venir sin ser invitado por temor
a que ser rechazado debido a los errores de mi padre
– Tonterías
Theodore – dijo el Rey nuevamente – lo que ocurrió entre Félix y yo no tiene
nada que ver contigo, solo fueron diferencias entre diplomáticos referentes a
temas económicos
– lo
sé, y gracias de nuevo.
En ese instante se sirvió el plato
principal, un carnero asado relleno, con salsa dublé y ensalada de bruselas, la
comida favorita de la realeza. Todos degustaban esas exquisiteces.
– es
delicioso – dijo Ambar – felicítenme al chef
– es la
chef – agregó Balduino – Martine Luport, es la mejor que hemos tenido
– debes
llevarme con ella para felicitarla en persona, Balduino
– no es
necesario mademoiselle – dijo el Rey
– la mandaré a llamar.
Martine entró al Gran Comedor Real y con una
reverencia saludó a los presentes.
– permítame
felicitarla madame Luport por tan exquisita comida, una delicia para el paladar
– halagó Ambar
– merci mademoiselle – respondió Martine
– igualmente
digo yo – intervino Theodore
– lo
mismo digo Martine – agregó Balduino
– gracias
a ustedes, lo hago con toda mi alma.
Una hora después, luego del postre, la
Familia Real y sus invitados a la mesa, se retiraban al Salón Real donde
contemplaban el enorme árbol navideño decorado espléndidamente, mientras conversaban
un rato, hasta que al final todos se retiraron a sus recámaras para dormir.
–
Mañana abriremos los obsequios – dijo Balduino – ya ordené que los colocaran.
Efectivamente, al pie del enorme árbol, se
encontraban varias cajas envueltas, la realeza no perdía la costumbre de
regalar detalles en navidad, sin embargo una de las cajas decía en su tarjeta:
“Para el Rey Leopoldo, De Apolimia.”
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