miércoles, 16 de enero de 2013

LA HABITACIÓN 267 - Capitulo 13 "El cerebro de la habitación"



M
is sospechas eran ciertas, tantos años como detective habían desarrollado mi instinto policial, existían muchos cabos sueltos que pude atar gracias a mi equipo, todo se lo debo a Andrade, Torres, Meléndez e incluso Vergara, todos y cada uno de ellos me brindó pistas importantísimas para descubrir el misterio que envolvía la habitación 267; pero antes de revelarles ese misterio (que no era para nada sobrenatural), déjenme contarles lo que ocurrió después de haber enfrentado a Helen y de cómo supe que el chef Cañizares llevaba días muerto.
   Helen, Marco Antonio y yo nos dirigimos a la habitación 267, donde yo me hospedaba, una vez adentro comencé a tocar las paredes laterales hasta dar con una que sonaba distinta, era el “escondite secreto” donde se encontraba el fulano máster que registraba todo lo que las dos cámaras ocultas captaban de la habitación, y adivinen cuales eran esas cámaras “ocultas”, la perilla de la puerta y la lámpara de mesa ¿Qué tal? Me maté buscando camaritas pequeñas aquella vez y resulta que toda la lámpara era una cámara, y ya que se nos ocurrió instalar allí mismo un micrófono de la unidad, su máster también captaba el sonido, en otras palabras, se la pusimos papayita. Pero ya habíamos descubierto el “cuartico secreto” junto a la popular habitación, razón por la cual todas las muertes ocurrían allí, ahora la pregunta era ¿Cómo hacía que sus victimas se suicidasen? Eso sólo lo podía responder el Sr. Columbus, el sospechoso principal y de quien sabía que era el autor intelectual de todo, aún estaba desaparecido, pero sabíamos que se encontraba en el hotel y tarde o temprano daríamos con él.
   La tarde pasaba lentamente, el equipo criminalista vino a procesar el pequeño cuarto oculto y a interrogar a la Srta. Maldonado, que fue llevada a la delegación a rendir declaraciones, ella no quería decir nada hasta que su abogado llegase, le dije a Andrade que fuera con ella y que estuviese presente en el interrogatorio, mi objetivo principal era capturar al Sr. Columbus, tal vez era mi gran obsesión pero no me quedaré tranquilo hasta haberlo encontrado y entregarlo en manos de la justicia.

   Pero antes de partir a la delegación, Andrade me dejó las notas anónimas que habíamos recibido durante nuestra estadía en el hotel, regresé a mi habitación, que a pesar de todo lo ocurrido aun seguía disponible, se había registrado y levantado todo lo relevante para el caso, ya podía disponer de ella nuevamente, además si el Sr. Columbus regresaba (que sabía que lo haría) vendría a esta habitación, comencé a colocar las notas una a una en la cama, “sé quien eres, te estoy vigilando” decía una, “si sigues metiendo el dedo en la llaga te quedarás sin dedos” decía otra, “ellos ya no pueden ver pero los ojos del hotel te siguen observando” decía otra nota más. ¿Qué significaban? Obviamente fueron enviadas por una ocasión específica, pero ¿significarían algo más? ¿Sería un acertijo como Andrade lo insinuó? Decidí tomar una ducha para desestresarme y pensar claro, cuando salí del baño y me dispuse a vestirme, sentí un fuerte golpe en la parte posterior de mi cabeza, caí al suelo inmediatamente, debí perder el conocimiento porque no recuerdo nada más, excepto que desperté como una hora después y estaba ya vestido y amarrado a una silla de pies y manos,
lentamente abrí los ojos y allí, frente a mi, estaba Lorena Fernández apuntándome con un arma.
– es hora de que aclaremos algunas cosas – me dijo ella en un tono muy relajado.
   El corazón me latía a millón, no podía creer que todo terminaría de esa forma.
– debí saber que eras tú – le dije – y yo que hasta juraba que el Sr. Columbus te tenía amenazada
– ¿amenazada? ¿yo? – respondió mientras reía sarcásticamente – de ninguna manera ¿verdad cariño?
   Y en ese instante el mismo Sr. Columbus salía del cuarto “clausurado” con un arma en una mano mientras la otra estaba vendada.
– por fin te atrapamos – dijo él mientras me apuntaba
– lo sabemos todo – afirmó Lorena.
   Yo seguía tratando de desatarme pero tenía las sogas muy apretadas y me era difícil, sin embargo debía ganarles tiempo, y de inmediato me vino a la mente la única posible razón por la cual el gerente y su amante hayan matado a la querida esposa y hermana.
– Tú no eres Lorena, La amante ¿verdad? – le mencioné a ella – eres Laura, la esposa
– ¡Vaya! – respondió – hasta que al fin le atinas.
   Nuevamente me sentía vulnerable, a pesar de haber descubierto una pieza clave que hacía que todo este misterio tuviese sentido, aun así no había salido de todo peligro.

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