jueves, 17 de enero de 2013

APOLIMIA ATACA AL REY - Capitulo 16 "La Nochebuena de Balduino"



A
l fin Balduino pudo conciliar el sueño, dormía plácidamente cuando sintió un golpe en su puerta, el príncipe abrió los ojos, levantó la cabeza medio dormido, ya no se oía nada, así que volvió a acomodarse en su cama, nuevamente escuchó que alguien tocaba la puerta de su habitación, contra su voluntad salió de la cama y un tanto furioso exclamó:
– ¿Quién es?
– es Felipe Alteza, es urgente que hable con usted
– aguarde un momento.
   Balduino se restregó sus soñolientos ojos, odiaba que le interrumpiesen el sueño, lo ponía de mal humor; se dirigió al baño y enjuagó su rostro para que sus ojos terminasen de despertarse, tomó su bata de dormir y se la colocó.
– mas le vale que sea urgente Felipe porque…
   Cuando abrió la puerta ya no había nadie, se asomó al pasillo y estaba completamente vacío.
– ¡Maldición! – exclamó él – me despiertan a esta hora y luego se van, mañana me oirán.
   Estuvo a punto de cerrar la puerta nuevamente para volver a dormirse, cuando se percató de un papel tirado a sus pies frente a su puerta, lo recogió y leyó: “Por favor ven a verme en la plaza del jardín, es urgente, con cariño Ambar.” Sin pensarlo dos veces bajó al pasillo que daba al Salón Real, estaba vacío, abrió la puertaventana y salió al jardín, así sin abrigos ni nada más que su bata, al cerrar la puertaventana tras de sí, puedo escuchar la
primera de las doce campanadas que el Reloj del Castillo debía sonar por ser Nochebuena, ya eran las 12:00 am. Balduino cruzó el jardín lo más rápido que pudo, hacía un frío intenso, al llegar a la plaza buscó desesperadamente a Ambar, temía que se encontrase en peligro, de pronto divisó una luz de una linterna a lo lejos que provenía del cercado del Castillo, la luz titilaba regularmente, Balduino inmediatamente captó el mensaje en código Morse, así que se dirigió hacia allá. Al llegar allí, su semblante de angustia cambió a uno más relajado.
– Ah, eres tú – dijo el príncipe – pensé que… olvídalo ¿Qué haces aquí?
   Una voz femenina con acento francés le habló diciendo:
– vine a traerte tu regalo, mi cielo – al mismo tiempo que le entregaba una pequeña caja envuelta en un lujoso papel de regalo
– No tenías que hacerlo Beatrix, ya no somos nada ¿lo olvidas?
– no me hables así ma vie – respondió ella
– ahora estoy saliendo con alguien más, y la amo de verdad Beatrix así que…
– ya lo sé mi cielo ¿Cómo crees que logré que vinieras? Creíste que era Ambar ¿verdad? Siempre la preferiste a ella
– estoy enamorado de ella, espero que ésta vez te quede bien claro, amo a Ambar, siempre la amé, lo de nosotros solo fue un desliz
– Estás destrozando mi corazón Balduinito
– no me llames así
– igual este regalo es con todo mi amor, Feliz Navidad mi príncipe
– ¿Cómo lograste entrar sin ser vista?
– conozco a uno de los guardias y me dejó entrar – respondió ella
– mañana mismo lo despediré. Dime quien es
– ¿y crees que te lo diré? No me tomes por estúpida
– no vuelvas a aparecerte por aquí, ni a enviarme esas notas con… ¡Ahh!... ya veo, Felipe es tu contacto, él te dejó entrar ¿cierto?
– ¿de que hablas? No sé quien es ese Felipe, él no es mi contacto.
   La nieve caía más y más mientras la temperatura disminuía hasta hacer banquear la piel de Balduino, Beatrix se cubría más, claro, ella vestía un abrigo de pieles mientras que el príncipe apenas se cubría con su bata de dormir.
– ¡Vete ahora mismo y no regreses! – exclamó Balduino mientras tomaba a su interlocutora del brazo y la acompañaba a una de las compuertas del castillo que daba a la calle
– suéltame, iré sola – respondió ella mientras se alejaba y se perdía en la nublada noche.
   Balduino regresó corriendo de prisa, encogiéndose de hombros y frotando sus manos, cuando atravesó nuevamente el jardín, divisó a alguien tirado en la plaza, se acercó y palideció aun más cuando vio a Felipe Sybille sin vida y con un cuchillo clavado en el corazón, cual película de terror, estaba muy desangrado, pero lo que más le llamó la atención fue que junto a su cuerpo había una caja de regalos con una tarjeta que decía: "Para el Rey Leopoldo, De Apolimia".

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