martes, 15 de enero de 2013

LA LEYENDA DE SAN AGUSTÍN - Capitulo 1 "Carretera Solitaria"



E
staba cayendo la tarde, y aun no pasaba un solo vehículo en esa solitaria carretera, Samanta aguardaba en la parada donde el bus la dejó, iba rumbo al Convento San Agustín, no para hacerse monja, sino para encontrar algo de paz interna, luego de que su esposo, o ex esposo la maltrató y ultrajó dejándola al borde de la desesperación; por consejo de sus amigos y psicólogo, Samanta decidió pasar unos meses en dicho convento.   
   Las horas pasaban y nadie se veía a los alrededores, ni un solo auto, ni camión, ni siquiera una piche bicicleta transitaba por allí, ya estaba cayendo la noche y Samanta comenzó a sentir miedo, pero de pronto logró divisar a lo lejos unas luces que se aproximaban.
– Que bien, por fin alguien viene – dijo ella.
   Miró su reloj y vio que eran las 8 de la noche. Cuando el vehículo pasó junto a ella, Samanta le hizo señas pero este siguió de largo.
– No puede ser – se quejó Samanta – ¿quien  sabe cuanto tendré que esperar de nuevo?
   Pero a pocos metros el auto se detuvo, y retrocedió hasta detenerse frente a ella.
– ¿Vas a alguna parte? – le preguntó una voz masculina desde el interior del carro.
– Voy al Convento San Agustín.
– Yo paso por allí – respondió el hombre – Si quieres te puedo llevar.

   Samanta se quedó pensando un momento, no le gustaba mucho la idea de subirse a un carro con un extraño, y mucho menos un hombre, después de todo lo que le había pasado con su esposo, prefería esperar el transporte público. Sin embargo no quería estar unas 5 horas más esperando. Así que se encomendó a Dios y subió al vehículo.
– Muchas gracias por llevarme – le dijo al hombre del vehículo – llevaba más de 5 horas esperando.
– ¿5 horas?
– Sí, y no estoy exagerando.
– Entonces que bueno que pasé por aquí ¿verdad?, por cierto soy Matías.
   Samanta lo observó rápidamente, era un hombre de unos treinta y tantos, muy simpático, cabello oscuro y piel blanca, se veía muy educado, su desconfianza disminuyó.
– Samanta, un placer – respondió ella estrechándole la mano.
– ¿así que aceptaste el llamado?
– ¿perdón?
– el llamado, lo digo porque vas al Convento y supongo que te prepararás para servir al Señor como novicia.
– Oh no Señor, solo voy por unos meses.
– Ah, entiendo, como un retiro.
– Así mismo.
   Samanta comenzaba a ponerse incomoda con el interrogatorio del recién conocido, así que para ganarle ventaja le preguntó:
– y Ud. ¿A dónde va?
– No me diga Ud, llámame Matías.
– De acuerdo – dijo ella.
– Voy al pueblo, a visitar a un amigo que está enfermo y le llevo algunas cosas.
   Samanta echó un vistazo al asiento trasero y vio una cesta de manzanas, un paquete de almendras y varias botellas de leche.
– me fascinan las manzanas – dijo ella.
– puedes tomar una, a mi amigo no le importará.
– No, gracias.
– no te de pena, llévate una, son jugosas.
   Samanta recordaba muchas historias como Adán y Eva, y Blanca nieves, donde alguien insistía en ofrecer una manzana y todo acababa muy mal.
– prefiero no hacerlo – recalcó ella – Gracias de todas formas.
– como quieras – dijo Matías – Ya llegamos, esa es la entrada, sigue ese camino y llegarás en un minuto al Convento.
– Gracias por su amabilidad – se despedía Samanta mientras se bajaba del carro.
   Tomó su maleta y vio que una de las manzanas había caído al suelo, rápidamente se inclinó a recogerla y cuando dio la vuelta para devolverla… ya no estaba el auto, ni Matías. Había mucha neblina y no se podía ver más allá de 3 metros. Así que siguió su camino hasta la entrada del Convento con la manzana en la mano, la restregó y se la llevó a la boca, pero cuando estaba a punto de morderla, tuvo un extraño presentimiento y decidió arrojarla al suelo.
– Vaya, ya me estoy volviendo paranoica – se decía – boté una fruta solo porque no confío en ese tal Matías.

   Al llegar al Convento fue recibida por una monja quien rápidamente la conducía a una habitación. No había nadie más en los alrededores.
– Tu debes ser Samanta – le dijo – te esperábamos hace horas.
– Disculpe hermana, pero no pasaba ningún transporte para acá, un caballero me dio el aventón.
– Gracias a Dios hija mía, por cierto, soy la hermana Rita.
   Samanta sonreía cínicamente, recordando aquel chiste de la monja llamada Rita a quien le decían Sor Rita, de inmediato se puso seria y siguió a la monja.
– Esta es tu habitación, mañana te llevo con la Madre Superiora y te presento al resto de los acompañantes.
– esta bien hermana, hasta mañana.
– Hasta mañana hija,… ah… debo recordarte que nos levantamos a las 5am – dijo y Salió disparada como si temiera que alguien la viera.
– Descuide hermana, estoy…  – la hna. Rita ya se había ido.
   Samanta se acomodó en su habitación, era un cuarto pequeño, con una cama, una mesa, una lámpara para leer, un pequeño gavetero y un crucifijo en la pared, también había un pequeño baño.
– ¿Dónde se supone que guardaré mi ropa? – decía ella mientras buscaba un closet o algo así, lo mas parecido era un gavetero.
– Que más, lo guardaré aquí – dijo, y abrió el gavetero, pero algo inesperado vio. Los ojos de Samanta no salían de su asombro cuando allí frente a ella, dentro de la primera gaveta, había una jugosa manzana roja.

2 comentarios:

  1. Interesante primer capitulo, lo seguiré leyendo, ¿Cual es el misterio de la manzana?

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    1. a medida que transcurra la historia lo irás descubriendo, gracias por leerlo,

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