miércoles, 16 de enero de 2013

LA HABITACIÓN 267 - Capitulo 4 "El dedo en la llaga"



D
aniela abrió la puerta, si, estaba con vida obviamente pero tenia un semblante aterrador, pálida como un papel me llevó hacia la mesa de noche.
– Recibí esto Ezequiel – me dijo
   Era una caja pequeña tipo cofre, la abrí y pude ver en su interior un dedo, un dedo humano cortado de raíz, tal vez con una sierra. Daniela seguía asustada y me mostró un papel.
– esta nota venía en la caja – dijo nuevamente con un poco de tartamudez
   Tomé el papel y lo leí en susurro, decía: “Si sigues metiendo el dedo en la llaga, te quedarás sin dedos”
   Esta vez el misterioso acosador había llegado demasiado lejos, rápidamente llamé a la Estación y pedí que se llevaran el dedo para analizarlo, saber a quien le pertenece o pertenecía y buscar un posible rastro de la persona en cuestión.
– ¿Cómo recibiste esto? – le pregunté a Daniela
– estaba en la cama – respondió – pensé que lo habías dejado tú
– Ya veo, quien quiera que sea tiene acceso a las habitaciones
– ¿una mucama?
– posiblemente, pero también puede ser alguien con una llave maestra.
   Torres regresó al cuarto de al lado mientras yo bajé a recepción.
– quiero una copia de la llave de mi habitación – le dije a la Srta. Maldonado
– desde luego, aquí tiene otra
– ¿Cuántas copias tienen de cada habitación?
– cuatro, dos para huéspedes, una para el servicio a la habitación, y una que se queda en recepción
– ¿y tiene la última allí?
– así es, aquí está ¿Por qué?
– solo por curiosidad – le dije y me retiré.

   Lo último que quería es que la recepcionista (de quien sospechaba) supiera lo ocurrido. En el camino seguía pensando, solo pudo haberlo hecho una mucama, no cabía la posibilidad de alguien con una llave maestra, la cuarta llave de la habitación era para el servicio, así que algún empleado de servicio del hotel fue el que dejó el “regalito” en la cama. Eso no me gustaba para nada, odiaba sentirme acorralado y mucho más por un enemigo anónimo, alguien que quería impartir terror, pero si sabia quien soy y lo que hago aquí ¿Por qué no me ha delatado? ¿Por qué seguía jugando con la policía? Estaba decidido a hablar con el gerente del hotel.
   Así que tomé el ascensor y fui al último piso donde estaba la oficina y morada del Sr. Columbus, el gerente principal y dueño del Hotel Paraíso, fui atendido por su secretaria.
– El Sr. Columbus está en una reunión, si quiere puede esperar – me dijo
– de acuerdo
   Me senté mientras esperaba que me anunciara, no estaba seguro si él sabía o no que soy policía, así que no mostré mi placa y me quedé aguardando como un simple huésped, la secretaria se acomodaba el cabello con un gancho rojo, un poco extravagante.
– ¿puedo saber el motivo que lo impulsa a hablar con el Sr. Columbus? – preguntó la secretaria
– un dedo – le respondí
– ¿perdón?
– como lo oye
– creo que no estoy entendiendo
– descuide, no me haga caso, es una larga historia.
   La secretaria me miró con ojos de pocos amigos, mientras yo, ignorándola adrede, observaba las fotografías y pinturas en la pared, habían pinturas de edificios, de paisajes y algunos retratos de las instalaciones del hotel y del Sr. Columbus, pero hubo uno en particular, uno de los retratos que me llamó la atención, era el del Sr. Columbus junto a una joven, era muy parecida a la joven que se suicidó hace meses en la habitación 267, recordaba su rostro por el expediente, sí, efectivamente el Sr. Columbus conocía a la victima que se lanzó por el balcón, era ella, estaba seguro que era ella, quise preguntarle a la secretaria por la chica del cuadro pero me contuve.
   En eso se abrió la puerta de la oficina del gerente y un señor gordito y de cabello canoso salía de ella, iba malhumorado y lanzando maldiciones, cuando pasó junto a mi lo pude reconocer, era el Sr. Cañizares, el chef principal del hotel, traté de saludarle pero pasó de largo distraído en sus refunfuñes y se retiró.
– El Sr. Columbus ya puede atenderle – dijo la secretaria – por favor siga
– Gracias
   Me dirigí a la puerta de la oficina, toqué cuidadosamente y una voz me autorizó a entrar, lentamente abrí la puerta y entré tímidamente, efectivamente allí estaba el Sr. Columbus, el mismo de los cuadros, un señor de unos cuarenta y tantos, con bigote, un poco canoso y con un semblante sobrio que transmitía autoridad a través de su mirada y lenguaje corporal.
– Por favor tome asiento – me dijo – y cuénteme que le ha parecido el dedo
   Me agarró fuera de base, y no hice mas que abrir los ojos y sorprenderme más, me quedé literalmente boquiabierto, se refería al dedo enviado a mi habitación con tanta naturalidad, que dudé por un instante si estaba o no involucrado en tal atroz hecho.
– ¿el… el dedo? – le pregunté con vacilación
– Así es, mi secretaria me dice que viene usted a hablarme sobre un dedo.

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