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spera, espera un
poco! – le dijo Samanta a la misteriosa chica que se alejaba de ella – ¿De que
leyenda hablas?
La chica volteó lentamente y con una
expresión de terror exclamó
– La Leyenda de San
Agustín.
– ¿Cuál es esa
leyenda? Nunca he oído de ella.
– Es mejor así,
tal vez aquellos que ignoren su existencia puedan tener paz en sus vidas –
respondió la chica mientras cruzaba una esquina de las instalaciones del
convento. Samanta se apresuró a seguirla y cuando dobló la esquina se detuvo…
no estaba la chica.
– Disculpen –
preguntó ella a una monjas que caminaban cerca de allí – ¿han visto pasar a una
muchacha por aquí? Es delgada, de piel blanca y cabello largo y oscuro.
– No hija –
respondió una de ellas – no hemos visto a nadie así.
– ¿Están seguras?
Tenía un vestido largo, parecido a su hábito, pero era violeta, me parece, y un
poco deteriorado.
– Lo siento, pero
nadie así ha pasado por aquí, creo que debes descansar un poco – dijo otra
monja – lo ocurrido hoy con la hna. Rita nos tiene a todos desconcertados.
– Si, creo que si,
gracias hermanas – se despidió.
Samanta caminaba pensativa por el jardín,
muchas preguntas e inquietudes invadían su mente.
– ¿me estaré
volviendo loca? – pensaba – ¿Quién era esa chica extraña? ¿Cuál es la Leyenda
de San Agustín? ¿Qué maldición tiene? Ahora que lo pienso, esa es la misma
chica que me miraba en el comedor.
Pronto divisó a sus únicos “amigos” de ese
extraño y escalofriante convento.
– Ricardo, Adrián,
quiero hacerles una pregunta.
– Te escuchamos
– ¿han oído hablar
de la Leyenda de San Agustín?
– ¿el Convento
tiene una Leyenda? – preguntó Adrián.
– Al parecer –
respondió Samanta.
– ¿De donde sacas
eso? – preguntó Ricardo.
– No importa
ahora, ¿Han oído o no de la Leyenda?
– No
– yo tampoco
– ¿ustedes creen
en esa leyenda? – intervino una novicia que paseaba cerca de allí
– Oh, hermana, nos
asustó.
– Lo siento, no
fue mi intención, soy la Hermana Isabel.
– Soy Samanta y
ellos son…
– Ricardo y Adrián
– interrumpió la hna. Isabel – ya los conozco, tu debes ser la chica nueva,
bienvenida.
– muchas gracias,
nos hablaba sobre una leyenda.
– Oh si, pensé que
se referían a la Leyenda de San Agustín.
– precisamente
esa, ¿la conoce usted?
La novicia miró a todos lados, luego se les
acercó un poco más y les susurró:
– Si, conozco la
leyenda, pero a la Madre Superiora no le gusta que se hable de eso aquí – dijo
– así que nos veremos en una hora en el jardín trasero, donde están los
manzanos, son grandes y frondosos arboles, nos podemos esconder un rato y
hablar con privacidad.
– De acuerdo, nos
vemos en una hora allá – dijo Ricardo.
Samanta vaciló un poco
– ¿por qué tiene
que ser en los manzanos? – pensaba, luego aceptó
Una hora después los tres jóvenes estaban en
el jardín trasero junto a los manzanos, la hna. Isabel aun no llegaba.
– Nunca pensé que
este convento contara con una leyenda – comentaba Adrián.
– Yo tampoco ¿y
por qué está prohibido hablar de ella? – preguntaba Ricardo
– las manzanas,
otra vez las manzanas – susurraba Samanta
– ¿De que manzanas
estás hablando? – preguntó Ricardo
–No te fijes, son
cosas mías.
– ¡Buuhh! – gritó
la hna. Isabel, quien salía detrás de un manzano, al mismo tiempo que los
chicos reían del susto.
– Es Ud. cruel hermana
– dijo Samanta
– Lo siento – se
disculpó ella – me gusta hacerlo jajaja, espero que no se molesten, pensé que
ahora que hay tensión en el ambiente debía crear un poco de buen humor.
– Descuide hna.
Cuéntenos de la leyenda.
– Esta bien –
comentó ella – Cuenta la leyenda que en el siglo XIX, en el año 1820, se
construyó este convento, dirigido por el Padre Agustín Ceballes, fue construido
como hogar de refugiados de otros países, apenas se iba formando el pueblo que
posteriormente llevó su nombre,… en fin… cuenta la historia que una noche fría
y oscura a las ocho de la noche aproximadamente, el Padre Agustín fue
brutalmente asesinado en este mismo convento; En el jardín principal fue
encontrado su cuerpo maniatado y ahorcado en la fuente principal, curiosamente
esa fuente dejó de funcionar esa noche y hasta el día de hoy no ha servido.
– Que interesante,
pero ¿por qué tanto temor en hablar de ella?
– Aun no he
terminado – resaltó la hna. Isabel – lo más curioso fue que el rostro del Padre
Agustín estaba sonriente, pero con una sonrisa aterradora. Desde ese entonces
ha corrido el mito de que la fuente está maldita. Años después el pueblo ya
estaba inaugurado como tal y sus primeros habitantes decidieron nombrarlo como
San Agustín, en honor al Padre Agustín, quien era muy querido por todos, aunque
realmente ya existe un San Agustín que vivió en Roma y otras ciudades cercanas,
en los primeros siglos de la era cristiana. El Convento también tomó su nombre.
– Pero aun no
entiendo ¿por qué tanto misterio?
– ¿Me puedes dejar
terminar hijo? La Leyenda cuenta que el alma del Padre Agustín, o de San
Agustín, como se le conoce ahora, aún está en pena, vagando por este mundo, y
que todo aquel que esté dentro de este convento y aún se encuentre paseando,
vagando o solo caminando en los jardines después de las 8pm, recibirá la
maldición de San Agustín, y morirá de igual forma, es decir, ahorcado. Muchas
generaciones y directivos de este Convento han creído en tal leyenda y por eso
se estableció esa regla del toque de queda en las noches, hasta ahora.
– Ahora comprendo
– dijo Ricardo – la hermana Rita estaba en los jardines a esa hora.
– ¿De que habla
joven? – preguntó extrañada la hna. Isabel – ¿Cómo sabrías tú eso?
– solo lo supuse,
ya que murió ahorcada, debió ser porque paseaba después de las 8 de la noche –
respondió Ricardo, mientras miraba asustado a Samanta y Adrián.
– vuelvo a mi
pregunta inicial – recalcó la hna. Isabel – ¿Creen ustedes en esa leyenda?
– ¿Ud. No?
– Claro que no
jóvenes, yo soy una sierva de Dios, y sé que él me protege, no tengo porqué
creer en supersticiones, sé que lo del toque de queda es absurdo, pero eso no
significa que sea cierto.
– Con todo respeto
hna. – intervino Samanta – pero pienso que el hecho de que Ud. No crea en algo
no significa que no exista.
– Tienes razón,
cada quien decide en que creer. Ahora si me disculpan debo volver a mis
quehaceres, les sugiero que uds también hagan lo mismo.
– una cosa más
hna. – dijo Ricardo a la hna. Isabel tomándola del brazo – ¿De donde conoce Ud.
Esa leyenda?
La hna. Isabel comenzó a sudar un poco y
alejando el brazo de Ricardo respondió:
– Todos los que
laboramos aquí la conocemos, el Padre Vicente me lo contó, y cuando fui al
pueblo, el cura de la Parroquia me la corroboró.
– pero yo he
vivido allá y nunca había escuchado esa leyenda – dijo Ricardo un poco confuso.
– Eso no lo sé –
dijo ella – ahora si los dejos mis amores, nos vemos mas tarde.
Los tres jóvenes se quedaron discutiendo
sobre la veracidad de la leyenda, cuando una manzana cayó del árbol en medio de
ellos interrumpiendo su conversación. Samanta comenzó a tomar en serio su
anormal paranoia de la misteriosa manzana.
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