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eopoldo
III, el Rey de los belgas, se hallaba en el Gran Salón Blanco del Palacio Real,
esperando por sus criados con la corona para presentarse ante los invitados
reales, cual monarca orgulloso de su reino; dichos criados nunca llegaron, Amy
y Richard se habían encargado de eso, los tenían retenidos por los momentos
para dejar libre y sin interrupciones el encuentro cara a cara entre Gracy y el
Rey.
– Todo
ha salido perfecto – dijo Gracy a sus fieles servidores Amy y Richard – ahora
llegó el final de la misión, Apolimia ha sido desatada y la destrucción es
inminente
– Mucho
éxito Gracy – dijo Richard – el Rey es todo tuyo
– ¿Dónde
están Scott y Phil?
– Scott
actúa muy extraño, creo que trama algo… y Phil… pues, no pudo con la misión y…
lo encontré muerto en el Salón de Espadas
– pobre
Adriancito – suspiró ella – fue un gran guerrero.
Gracy salió y cruzó el pasillo vacío rumbo
al Gran Salón Blanco, el fin se acercaba, la lluvia de estrellas seguía
deleitando a todos afuera, ignorando todo lo que ocurría dentro del Palacio, la
fiesta avanzaba con normalidad, los máximos aristócratas y diplomáticos de la
alta sociedad estaban presentes, príncipes y reyes de la Europa Occidental se
daban cita en el majestuoso Palacio Real de Bruselas, donde presenciarían
juntos un único e irrepetible acontecimiento natural y astronómico: el paso del
cometa Apolo y la lluvia de meteoritos. Sin embargo el proyecto Apolimia tenía
otros planes, y lo había conseguido. Minutos más tarde Gracy se encontraba
frente a frente y a solas con Leopoldo III Rey de
los Belgas, en el Gran Salón Blanco; Ella, con cuchillo en mano estaba
dispuesta a culminar su venganza, a pesar de los inconvenientes y que varios
miembros de su equipo habían caído, Gracy estaba decidida a llegar hasta el
final y cumplir su objetivo: “Matar al Rey Leopoldo”. Repentinamente la puerta
del Salón se abrió y el mismo príncipe Albert entraba velozmente para defender
a su padre. El destino de Bélgica y de Europa Occidental pendía de un hilo.
– No te
atrevas – gritó el príncipe
– con
que aún estás vivo ¡Aléjate Albert! o no respondo – dijo ella
–
Perdónalo Ámbar, por favor perdona a mi padre, hazlo por Balduino a quien dices
haber amado
– Ya no
me digas Ámbar, soy Gracy, siempre lo he sido y siempre lo seré
– ¡Así
es! – exclamó de pronto el detective Julián Montiel quien aparecía desde el
cuarto de atrás – Tú siempre serás Gracy, todo acabó, mejor te entregas, ya di
aviso a las autoridades y estás rodeada.
Pero Gracy sonreía cínicamente, levantó el
cuchillo y antes que Albert y Julián reaccionaran, lo lanzó en dirección al
Rey, este cerró los ojos y en ese momento un disparo se escuchó.
Un inquietante silencio reinó por unos
instantes, el Rey Leopoldo abrió los ojos, no estaba herido, el cuchillo estaba
clavado en una cortina, sin embargo frente a él caía Gracy con un disparo en la
pierna, mientras Albert dejaba caer el revolver entre sus manos con una mirada
de terror, era la primera vez que tomaba un arma, sin embargo había salvado la
vida de su padre. Inmediatamente después, Julián detuvo a la herida Gracy hasta
que la Guardia Real se la
llevó esposada lejos del Rey y de los invitados, durante el traslado se toparon
con Scott, éste la miraba con desprecio, pero sintió un gran alivio cuando fue
escoltada nuevamente por la Guardia Real.
–
espero que esta vez no la dejen escapar – mencionó él
– aun
no ha terminado, Duque Theodore – afirmó Gracy – ¿sabe donde está su esposa?
La policía no entendió el comentario, sabían
que el Duque no estaba casado, pero efectivamente Scott si comprendió que
Rachel corría peligro, así que salió al vestíbulo a buscarla, no había nadie
más que unos sirvientes, recordó entonces que en el Salón de Espadas tenían
previsto esconder a los príncipes, corrió desesperadamente hacia allá, y cuando
entró, sus pies se tambalearon, Scott caía estupefacto al ver a Rachel tendida
en el suelo bañada en sangre con un filoso cuchillo clavado en el pecho.
– ¡Dios
mío! ¡Nooo! – exclamaba mientras abrazaba el cuerpo inerte de su esposa –
¡Rachel! ¿Por qué? ¿Por qué te hicieron esto?
– sabes
perfectamente el porqué – le dijo una voz que salía de un compartimiento del
salón
–
fuiste tú ¿verdad? Eres un desgraciado
– tuve
que hacerlo – contestó Richard
– ¿Por
qué? yo cumplí el trato, cumplí con la misión y…
– la
misión aún no ha finalizado, nos traicionaste al involucrarla y por eso pagó
las consecuencias
– ella
no tenía la culpa – decía sollozando Scott con sus ojos rojos por tantas
lágrimas – yo la amaba, yo…
– es
para que te quede bien claro que a Gracy nadie la traiciona
– ¿Por
qué no me mataron a mi? Yo fui el traidor
– ¿Por
qué mas va a ser? Para que aprendas la lección, estando muerto ¿Cómo aprenderás?
– eres
patético Richard, tú y Gracy pueden irse al infierno.
Richard sonreía descaradamente, el fiel
discípulo de la legendaria asesina en serie había demostrado ser como su
maestra, frío y calculador, se retiró sonriente dejando al desdichado Scott
envuelto en un mar de llanto por la pérdida del amor de su vida.
Entre tanto, en el Gran Salón Blanco, el Rey
se preparaba para salir a darles la cara a sus invitados que ahora estaban muy
preocupados tras enterarse del atentado sufrido minutos atrás.
– Todo
está bajo control – decía el Rey
Albert lo veía tan próspero que no se
atrevió a darle la mala noticia de Balduino, no en ese momento, esperaría hasta
después de la cena, una lágrima brotaba por su mejilla al recordar a su
hermano.
– Ahora
les invito a entrar al Comedor donde se servirá una suculenta cena – prosiguió
el Rey.
Una vez que todos estuvieron acomodados en
la enorme mesa de 20 metros, casi el doble de largo de la mesa del Castillo de
Laeken, el rey Leopoldo se levantó para dar su discurso, vestía un lujoso traje
real escarlata con negro y bordado con hilos de oro, con su inigualable corona
sobre su cabeza.
–
Balduino tuvo que salir de improvisto rumbo a América, les pide disculpas a
todos – justificaba el rey la ausencia de su hijo – Gracias por venir y Buen
provecho para todos…
Y en ese instante la corona del rey explotó
tan fuertemente, que de su cuerpo solo quedaron intactos su extremidades
inferiores, miles de sesos y miembros volaron por los aires cayendo entre los invitados,
inmediatamente el caos se apoderó del lugar, todos gritaban desesperados, el Rey Leopoldo había muerto frente a todos de la manera mas violenta y aterradora
jamás imaginada; En medio de la confusión, Gracy logró escaparse nuevamente de
los guardias, huyendo junto con Richard. Scott por su parte, también aprovechó la
confusión para desaparecer, mientras Julián sentía que su persecución hacia
Gracy no acabaría jamás, pero no se daría por vencido.
El terror seguía reinando en el Palacio,
mientras la Guardia Real y la policía belga tomaba el control de la situación,
sin embargo, el asombro fue mayor, cuando una enorme pancarta colgaba del techo
del vestíbulo, y todos pudieron leer lo que decía en ella, con letras rojas
como de sangre: “JAQUE MATE, APOLIMIA
HA VENCIDO AL REY.”
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