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aludos,
¿se acuerdan de mi? Soy el detective Ezequiel Domínguez, el que investigó el
caso de la Habitación 267 del Hotel Paraíso, allá en Tinaco, Venezuela. Hoy
vivo en otro país, no importa cual, solo les escribo a ustedes los que leyeron
o escucharon mi caso, y aun quedaron con dudas e inquietudes, ya han
transcurrido casi dos años desde aquel día en que el jefe del departamento se
suicidó luego de haber sido hallado culpable por las muertes del Hotel Paraíso.
Sin embargo aun queda la pregunta del millón: ¿Por qué la Habitación 267 y no
otra?
Antes de responder esa pregunta, la última
de este misterioso caso, déjenme contarles de mi, ya estoy retirado de la
unidad de homicidios, de hecho allá en Venezuela fui ascendido, pero me vine a
otro país a formar una familia, tal vez mas adelante regrese, ahora soy
detective privado, investigo muchos casos del gobierno y privados, obviamente,
además la paga es buena.
De acuerdo, el motivo de esta carta es para
contarles toda la verdad y nada más que la verdad sobre mi, desde niño siempre
me llamó la atención los casos criminales y la justicia, de hecho estudié
derecho e hice un doctorado en leyes civiles antes de ser detective, me leía
todos los libros referentes al caso, e incluso algunas novelas policíacas que
aunque eran ficción, me llamaban mucho la atención, siempre me preguntaba si
existía de verdad el crimen perfecto, al principio pensé que no, siempre había
algo que involucrara al asesino con la victima, pero ¿y si no era así? Y si
alguien cometía un asesinato solo por placer, sin ningún motivo, así como el
de la serie de televisión, un tal Dexter, que tenía la necesidad de asesinar.
Pero ese no era mi caso, realmente tenía esa curiosidad y ¿Qué creen? pude
cumplirla.
Así como lo oyen, este que está aquí, este
que viste y calza, o sea yo; fui el autor físico, material e intelectual de los
homicidios del Hotel Paraíso, específicamente de la Habitación 267. He aquí
como lo hice:
“Primero, debía buscar un objetivo, una
victima, no podía darme el lujo de escoger una al azar, podría dejar rastros,
debía investigar sus antecedentes, y que mejor manera que trabajando en la estación
de policía; Segundo, debía buscar un buen lugar para cometer el crimen, aunque
mi propósito era causar superstición; y Tercero, tenía que buscar a alguien más
para que toda la culpa cayera sobre él, en caso de que mi plan fuese descubierto”.
Bien, yo comencé de atrás para adelante, es
decir, primero busqué a quien inculparían las pruebas que posiblemente se
encontrarían, decidí que el “chivo expiatorio” sería el jefe del Departamento
de Policía, Samuel Ysea, ¿la razón? Ninguna en especifico, no quería su puesto,
ni su dinero, nada, solo quería probar que existía el crimen perfecto, poco a
poco me fui acercando a él, haciéndome su amigo, él me hablaba de su familia,
de su esposa, y una vez me contó que tuvo un desliz con una agente, nadie se
había enterado y le prometí como amigo que guardaría ese secreto, me contó que
pasó una noche con ella en el Hotel Paraíso, que era perfecto por sus
instalaciones privadas y la discreción que sus empleados guardaban; fue
allí donde entré al paso 2; buscar un
buen lugar para el crimen, fui como huésped y me di cuenta que Helen nunca se
dio cuenta que era yo cuando volví
después con Daniela, de verdad que era distraída ¿recuerdan la canción que ella
cantaba y que me hizo sospechar que tal vez me había reconocido?, pues resultó
que si era una simple canción y cuando llamaba misteriosamente a alguien era al
corredor de seguros indicándole que “ya
todo estaba listo” y podía cobrar la mensualidad de su esposo fallecido.
En aquel entonces me quedé hospedado en la
habitación 254, la del frente, allí por casualidad observé a los huéspedes de
la 267 que construían una especie de “cuarto” secreto, ningún empleado del
hotel se dio cuenta de unos huéspedes (narcotraficantes) construían un
cuarto de mando dentro de la habitación 267, allí fue cuando me llamó la
atención esa habitación, pero no podía delatarlos, aún no, podía usarlos a mi
favor, y así lo hice.
Me comuniqué con ellos a través de internet,
como un supuesto cliente, me dijeron que fuese al Hotel Paraíso y que nos
veríamos en la habitación 267, una vez allí drogué al hombre con melatonina
mezclada con dulce mara, lo que hacía un somnífero incoloro e imperceptible en
la sangre, cuando el hombre se mareó grité a propósito para hacer salir a su cómplice
del escondite, al salir esta también la dopé, los senté frente a frente e hice
que tomasen veneno para insectos; cerré el “cuarto secreto”, tomé la llave y
revisé las dos cámaras que tenían, una en la lámpara y otra en la perilla, así
es, siempre supe que estaban allí; luego destruí cada evidencia, fue así como
me deshice de la “pareja de extranjeros” que no eran más que narcotraficantes.
Tres meses después, ya estaba el caso
cerrado, fue un pacto suicida, todo quedó olvidado, me di cuenta que
efectivamente si existía
el crimen perfecto, pero luego el Jefe me comentó (creyendo que era su mejor amigo) que seguía engañando a su esposa
en ese hotel con varias mujeres, y esta vez tenía ayuda del gerente y dueño del
hotel. Lo que me llevó a investigarlo, Jean Carlos Columbus también era un
sinvergüenza que tenía cuantas amantes quisiera sin importarle su esposa, era
lo que me daba más coraje, pero no podía dejar que mis sentimientos influyeran,
me comuniqué con una de sus amantes, Judith, y la seduje hasta llevarla al
hotel, ella, al darse cuenta que estaba en el mismo hotel de Columbus,
desistió; pero la convencí, mostrándole mi placa y exigiéndole colaborar en una
investigación, una vez en la habitación 267 (que
no era la nuestra en ese momento, sino que estaba desocupada) la dopé e
hice que saltara por la ventana, la superstición y el escándalo comenzaba, no
solo era el crimen perfecto, sino que iniciaba una especie de leyenda urbana,
sin embargo, el turismo del hotel no descendió, y nuevamente se tomó como suicidio,
el caso se cerró y no hubo culpables.
Meses después me comuniqué bajo un seudónimo
falso con un prófugo de la justicia, ofreciéndole protección, después de dudar
e insistir, aceptó y le ofrecí la llave de la habitación 267 de ese hotel,
registrada con un nombre falso, allí fue donde logré que se disparase en la
boca con un revólver, previamente dopado por mi. Por cierto, debo confesarles
que el parentesco que dije entre él y la pareja de extranjeros fue previamente
inventada y alterada por mi para desviar la culpa a Samuel.
Con respecto a Lorena y su amante, supe que
la esposa de Columbus tenía una hermana gemela, la llamé a declarar en esa habitación
por una estafa con su hermana, ella vino con su abogado y… bueno, ya
saben, homicidio-suicidio, fue lo que todos, incluyendo su hermana y cuñado,
creyeron.
Ahora el caso era mío, todo marchaba a mi
favor de acuerdo a lo planeado, el gerente se hacía pasar por chef para que
Helen siguiese cobrando la pensión de su difunto esposo, ya que ella también era
amante del susodicho gerente; mis objetivos cambiaron, ahora Columbus sería el
“chivo expiatorio” de mis crímenes, pero el Jefe no me asignó el caso a mi
solo, sino que puso a Daniela junto a mi, y a Torres y Meléndez al otro lado,
tenía que deshacerme de ellos, y así lo hice. Alteré los
redbulls para que todos durmiesen, envenené a Daniela con su café (que luego deshice completamente) y me
tomé uno de los redbulls alterados para estar también dopado y no despertar sospechas,
una menos, faltaban dos. Ah, casi lo olvidaba, ordené una botella de vino, la
cual eché un sorbo en la cortina y envié la botella como obsequio al jefe, (anónimamente por supuesto), él debió botarla al no tener remitente, pensando que
fue una se sus amantes, pero sus huellas quedaron impregnadas en la botella.
Volviendo al hotel, me di cuenta que Laura
se hacía pasar por su hermana la mucama asesinada y aproveché de matar a Torres
y Meléndez, y destruí toda la información de la laptop, cabe destacar que todas
las notas me las envié yo mismo colocándolas en lugares específicos, con
excepción de la langosta, que efectivamente fue enviada por Columbus y su
esposa, quienes me habían descubierto, de hecho, después, como ya saben, me
amarraron e intentaron matarme porque ya sabían que era yo quien ocasionó esas
muertes en la habitación 267, hasta me inyectaron mi propia “medicina”,
realmente pensé que sería mi fin, pero el Jefe los silenció y eso me ayudó
mucho más, Columbus y Laura fueron encontrados culpables, pero sabía que tarde
o temprano darían con los cabos sueltos, así que recurrí al plan original,
hacer caer al Jefe Ysea, y así fue, giré una gran suma de dinero a su cuenta
para respaldar el móvil previamente estructurado sobre la pareja sueca (los narcos) y su supuesto sobrino (el prófugo).
Pobre Jefe, él palidecía al ver tantas
pruebas en su contra, sabiendo que era inocente, eso, más la botella de vino
fue lo que lo condenó, aunque nadie se preguntó ¿Por qué siendo tan meticuloso
en todo dejó sus huellas en una botella y la echó a la basura?, sin mencionar
su obsesión porque ninguno de nosotros abandonase el hotel. Pero descuiden, una
vez estando a solas con él en su celda, le miré a los ojos y le confesé todo mi
plan, y la certeza de que el crimen perfecto si existe, y que la justicia se
equivoca, pero no pudo con la carga y se quitó la vida, desde luego, habiéndole yo dejado su propia arma intencionalmente.
Y con esta carta señoras y señores, es que
ustedes y solo ustedes, conocerán la verdad completa, meteré estas siete
páginas en una botella bien sellada y la arrojaré al mar, esperando que en un
futuro lejano, alguien la lea y sepa mi gran hazaña, mi plan maestro dio
resultado, ahora seguiré con una nueva vida, una nueva identidad, y hasta podré
morir en paz, aunque no lo crean, tengo la consciencia tranquila, esperando que
alguien pueda leer esta carta. No intenten imitarme, se necesita más que
talento y paciencia para lograr lo que yo hice, y tal vez no corran con la
misma suerte que yo y los atrapen, quizás yo mismo atrape a quien se atreva a
tal osadía, probablemente nadie conozca de este crimen perfecto, y nunca sepan
de mi, o por el contrario sepan de mi allá en Tinaco.
También es posible que hasta se haga una
película del caso de la habitación 267, la pregunta sería ¿Quién hará mi
personaje?, o puede ser que nunca se encuentre esta carta, de igual forma, me
despido para siempre.
Atte.
Ezequiel Domínguez.
FIN.
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