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fiesta avanzaba con normalidad, los máximos aristócratas y diplomáticos de la
alta sociedad estaban presentes, príncipes y reyes de la Europa Occidental se
daban cita en el majestuoso Palacio Real de Bruselas, donde presenciarían
juntos un único e irrepetible acontecimiento natural y astronómico… Sin embargo
el proyecto Apolimia tenía otros planes, y lo había conseguido. Minutos más
tarde Gracy se encontraba frente a frente y a solas con Leopoldo III Rey de los
Belgas, en el Gran Salón Blanco; ella, con cuchillo en mano estaba dispuesta a
culminar su venganza, a pesar de los inconvenientes y que varios miembros de su
equipo habían caído, Gracy estaba decidida a llegar hasta el final y cumplir su
objetivo: “Matar al Rey Leopoldo”. Repentinamente la puerta del Salón se abrió
y el mismo príncipe Albert entraba velozmente para defender a su padre. El
destino de Bélgica y de Europa Occidental pendía de un hilo.
– No te
atrevas – gritó el príncipe
– con
que aún estás vivo ¡Aléjate Albert! – le dijo ella – de lo contrario no
respondo
– Perdónalo
Ambar, por favor perdona a mi padre, hazlo por Balduino a quien dices haber
amado
– Ya no
me digas Ambar, soy Gracy, siempre lo he sido y siempre lo seré
– ¡Así
es! – exclamó de pronto el detective Julián Montiel quien aparecía desde el
cuarto de atrás – Tú siempre serás Gracy, todo acabó, mejor te entregas, ya di
aviso a las autoridades y estás rodeada.
Apolimia ataca al Rey — 7
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Pero Gracy sonreía cínicamente, levantó el
cuchillo y antes que Albert y Julián reaccionaran, lo lanzó en dirección al
Rey, en ese momento un disparo se escuchó.
(Cinco
meses atrás)
Paris, Francia
Era alrededor de las nueve de la noche,
corría el mes de Septiembre en esa despierta e iluminada ciudad; el otoño había
comenzado y el ambiente, aunque un poco impasible, daba un aire de frescura. La
gente paseaba por sus calles disfrutando de la exquisita belleza que solo Paris
podía ofrecer. Sin embargo, en uno de los suburbios parisinos un hombre
caminaba clandestinamente hacia lo que parecía un Motel barato y desgastado, el
caballero en cuestión se dirigió al piso 3 y se detuvo en la puerta 32, la
golpeó tres veces con sus nudillos. Una mujer de cabellos rojizos y de ojos
azules le abrió la puerta y lo invitó a entrar.
–
Disculpe la demora madame – dijo el misterioso hombre
– no es
nada – respondió la dama en un perfecto francés – ¿nadie lo siguió?
– no lo
creo, me fije bien en eso.
La pelirroja mujer dio instrucciones a un
sirviente, este se retiró y al poco rato regresó acompañado de un hombre mayor,
de unos 50 años y con una apariencia claramente norteamericana.
– está
todo listo – dijo el americano en inglés
–
quiero verla – contestó el misterioso hombre en ese mismo idioma.
El americano le entregó un cofre en cuyo
interior se encontraba una corona real.
– es
perfecta – respondió – nadie notará la diferencia
– desde
luego – intervino la dama de cabellos rojos – es una perfecta imitación de la
corona real del Rey Leopoldo III
– ¿están
seguros que nadie notará que es falsa?
– mas
que seguros – respondió el americano – mi trabajo es impecable, incluso el mas
experto dudará ¿tiene mi dinero?
– desde
luego – afirmó el hombre ahora en su idioma francés – 15.000 € tal como
acordamos
– un
placer hacer negocios con usted Monsieur…?
– no
importa mi nombre – respondió el misterioso hombre
– pero
si deseo contactarle de nuevo ¿Cómo lo llamaré a Ud?
– no
creo que nos veamos de nuevo, si es así, yo lo contactaré.
El hombre de aspecto sombrío estaba a punto
de salir cuando la dama pelirroja lo detuvo con una pregunta.
– Pero…
¿Cómo hará Ud. para cambiar la corona real por esa? Es imposible acceder al Rey
de los belgas.
El misterioso hombre sonrió, giró su cabeza
en dirección a la dama y suavemente dijo:
– me
ayudarán las estrellas.
Y sin mas que agregar salió del motel.
– ¡Qué
extraño hombre! – mencionó la mujer una vez que este se hubiese ido.
– déjalo
con su locura – dijo el americano – con tal y haya pagado no importa como haga
para sustituir la corona real por la falsa, te aseguro que si lo logra nadie notará
el cambio, ni siquiera el mismo rey.
La mujer pelirroja seguía pensando, y luego,
como hablando para si misma murmuró:
– ¿Por
qué la corona real belga? ¿Por qué el rey Leopoldo III?
La noche seguía cayendo, el misterioso
hombre ya se encontraba en la estación del tren, rumbo a Bélgica, no podía
darse el lujo de irse en avión con semejante pieza de contrabando, el Expreso
de las 11:45 era el mas idóneo para salir del país.
A escasos metros de él, una joven de piel
blanca y cabellos oscuros, estaba sentada en un banquillo observando al
misterioso caballero con la maleta cuadrada mientras este abordaba el tren;
Luego de partir y esfumarse en la oscuridad a todo vapor rumbo a Bélgica, la
joven tomó su teléfono móvil, marcó un numero y dijo:
– la
corona va en camino.
Acto seguido, la joven se acomodaba
nuevamente en el banquillo del terminal para leer un libro, era un libro de
mitología acerca de una diosa atlante, la diosa de la destrucción llamada Apolimia.
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