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o puedo
describir con palabras la rabia e impotencia que sentía en ese momento, alguien
era lo suficientemente astuto como para estar un paso delante de nosotros, uno
de los nuestros había caído en sus garras y ahora éramos menos, Torres,
Meléndez y yo; sin embargo sabía que otros agentes custodiaban clandestinamente
los alrededores del hotel, entre ellos Andrade, entonces ¿Cómo ocurrió todo
esto en nuestras narices?, comenzaba a preguntarme si la teoría de Andrade era
cierta, si esa tal Lorena Fernández no fue ninguna victima de la habitación 267
y mas bien fue una homicida ¿de verdad era ella tal como Andrade lo aseguraba?
Ahora quedaba yo solo en la habitación, todos creían que había perdido a mi
recién esposa, sin embargo muchos me miraban como diciéndome: “nadie te manda a quedarte en esa habitación
sabiendo sus antecedentes” y precisamente por eso es que acepté este caso,
para llegar al fondo de la extraña “maldición” de la habitación 267, eran
demasiados suicidios como para ser casualidades… ¡Suicidio! ¡eso es! Estoy
seguro que Daniela no se suicidó, no hubo ninguna carta de despedida o lago
parecido, solo tengo que probarlo y podremos llegar al fondo de todo este
misterio, se lo debo a ella, junto a su cuerpo juré que encontraría al
culpable, porque ahora estoy seguro que hay un culpable detrás de todo, alguien
de carne y hueso, y no un “espíritu” como los supersticiosos afirmaban.
Después que el equipo forense se llevó el
cuerpo de Daniela, me quedé un rato en mi habitación, pensando en lo ocurrido,
¿Cómo
pudo
pasar algo así en mi presencia? ¿Por qué murió solo Daniela si ambos estábamos
en la habitación? ¿Por qué me dejaría vivo? ¿Qué beneficio obtendría alguien de
esto? Fue así como me hice la pregunta del siglo: ¿Quién se beneficiaría con la
muerte de Daniela y las otras victimas?
Dos horas más tarde, un equipo del
laboratorio regresó al hotel para tomarnos muestras de sangre a Torres,
Meléndez y a mi.
– ¿con
que objetivo? – preguntó Torres
– encontramos
cianuro en el organismo de la detective Vergara – nos dijo – queremos
asegurarnos que ustedes no están envenenados
– ¡eso
es! – exclamé – no fuimos envenenados, solo fuimos dopados para dormirnos
mientras el asesino o asesina envenenaba a Daniela.
– y eso
tuvo que ser después de las 4:00 am, que fue lo ultimo que recuerdo haber
escuchado – mencionó Meléndez
– es
cierto – afirmé – a esa hora Daniela me relevó en la guardia y aún estaba viva
– pero
¿Cómo nos doparon sin darnos cuenta?
– debió
ser el café – dije – el café debe estar alterado
– eso
es imposible – dijo Torres – yo mismo lo preparé
–
¿alguna vez lo perdiste de vista? ¿así sea por un instante? – le pregunté
– No,
no lo creo – respondió – preparé el café y lo serví a todos, a nosotros cuatro
¿recuerdan?
– si,
lo recuerdo, y nadie mas tuvo acceso a eso
–
¿insinúan que uno de nosotros echó la droga en el café?
– Claro
que no, tal vez no sea el café lo que usaron para doparnos
– sería
irónico ¿verdad? Café para dormir
– de
todas formas llévense muestras del café – les dije a los de laboratorio.
Estuve después en el restaurant, el chef
estaba ausente ese día, no había mucho movimiento pero aun así algunos
huéspedes ordenaban platos extraños que necesitaban prepararse con la mayor
diligencia.
– ¿Dónde
está el chef Cañizares? – pregunté
– salió
esta mañana para San Carlos, una emergencia familiar – dijo un empleado del
restaurant
– ¡que
extraño! – pensé – muy conveniente, algo sospechoso.
Y de inmediato recordé aquella ocasión en la
que Daniela y el chef Cañizares intercambiaron unas miradas extrañas que yo
como detective experimentado pude notar, a pesar de la negación de Daniela,
ahora estaba seguro que ella y el chef se conocía de antes, la pregunta era ¿de
donde? Y ¿Qué relación había entre ellos?
Seguía
con mis pensamientos y mirada al infinito, cuando uno de los guardias de la
Unidad de Homicidios se me acercó.
– ¿Qué
sucede oficial? – le pregunté simulando que no lo conocía, ya que aun no debían
saber que también soy policía encubierto
– llegaron
los resultados de las muestras de sangre
– ¿y
bien?
– efectivamente
ustedes fueron drogados con melatonina, un somnífero poco común pero eficaz
– lo
sabía ¿era el café?
– no,
la sustancia estaba en las latas de redbulls
– ¿en
serio?
– así
es, ¿de donde las sacaron?
– las
trajo Meléndez.
Inmediatamente fuimos al cuarto de Torres y
Meléndez a contarles el nuevo descubrimiento.
– las
compré en el dispensador del lobby – dijo él – tu mismo escoges la bebida, solo
echas una moneda y…
– lo
entiendo – dijo el oficial – no tenían idea de que estaban alterados
– ¿Por
qué alguien se tomaría la molestia de echar un somnífero en esas bebidas?
– ¿Cómo
lo hizo?
–
obviamente sabe de nosotros y de los que estamos investigando
– pero
¿Por qué arremetería solo contra Daniela?
– eso
señores es lo que tenemos que descubrir antes que sea demasiado tarde – dije
sin vacilar.
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