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stabamos
en el restaurant del hotel, nos servimos unos mejillones del mediterráneo
acompañados por una botella de vino blanco, Daniela aprovechó que la Unidad
corría con los gastos y pedía platos exquisitos.
Yo veía alrededor, muy pocas personas
bajaban al restaurant a la hora del almuerzo, al parecer preferían pedir el
servicio a la habitación. Seguíamos degustando nuestra comida cuando un mesonero
nos interrumpió acercándose con un plato cerrado en la mano.
–
Disculpe joven – dijo Daniela – pero no hemos ordenado nada
– lo sé
madame, esto es cortesía del chef del hotel – dijo él
– ¿del
chef? – pregunté asombrado – ¿acaso lo conocemos?
– eso
no lo puedo asegurarlo
–
muchas gracias, nos gustaría verlo para agradecerle en persona
– con
gusto le diré
El mesonero se retiró y destapé el plato, la
sorpresa fue tremenda cuando allí, estaba nada más y nada menos que una
langosta viva atada de patas con un papel incrustado en su cuerpo.
– ¡Que
es esto! – exclamó Daniela
– No
toques nada – le mencioné
– ¿Qué
dice el papel?
Y rápidamente tomé el papel con unas pinzas
y un tenedor, yo miraba a todos lados y nadie se percataba de lo ocurrido,
ninguno de los presentes tenía miradas sospechosas, abrí el papel y lo leí en
voz alta: “Sé quien eres, te estoy
vigilando.”
De inmediato levanté la vista nuevamente,
nadie nos observaba, al menos nadie visiblemente cerca, nunca antes me había
sentido intimidado ni acorralado, pero como buen detective no podía
exteriorizar mi temor, respiré hondo y traté de calmar a Daniela.
– Vamos
a ver al chef ahora mismo – dije
– correcto
– respondió ella – mientras tanto buscaré al mesonero
Al rato estaba yo frente a frente con el
chef del hotel, era un hombre mayor con canas y de aspecto servicial.
– ¿En
que puedo ayudarle? – me dijo
– Disculpe,
pero no me gustó el plato especial que me envió
– ¿Cuál
plato mi señor?
– el de
la Langosta
– ¿Langosta?,
no he preparado ninguna langosta ¿puedo saber quien es usted?
– Soy
el Sr Ferrer, ¿Ud. no envió un plato de langosta a mi mesa?
– Por
supuesto que no mi Señor, no sé quien es usted, así que no tendría ningún
motivo para invitarle un menú por la casa
– ¿y
tiene un asistente que me haya enviado?
– mire
alrededor – dijo – muchos asistentes hay, créame que si alguien le hubiese
enviado un plato de langostas yo me hubiese dado cuenta
– ¿lo
dice en serio?
– Desde
luego, yo superviso cada plato que se sirve.
Miré a cada uno de los asistentes de chef y
cocineros del lugar, algunos estaban nerviosos, otros confundidos y otros
tenían miradas de ira.
– Disculpe
las molestias – dije mientras salía
Observé la placa de la entrada, la cual decía: “Chef Arturo Cañizares,
ganador de cinco premios de Artes Culinarias”
Regresé al restaurant buscando a Daniela, no
estaba allí, aun estaba la langosta en la mesa, la tomé y dispuse a llevársela
al chef, pero este se adelantó y me recibió en la despensa de la cocina.
– Esta
es la langosta de la que le hable – le dije mientras le enseñaba el plato
– ¡Madre
mía! – exclamó – si aun está viva
– ¿es
de su menú?
– Si,
tenemos ocho langostas en la remesa, todas vivas, esperando que alguien las
ordene, por eso le dije que ninguna langosta se ha preparado el día de hoy
– Creo
que fue broma – propuse – aunque de mal gusto debe controlar a sus asistentes
– eso
haré – dijo el chef – disculpe usted mi Señor
En eso llegaba Daniela, vio al chef y lo
miró como si lo conociese de toda la vida, él quiso pronunciar una palabra pero
se contuvo y solo inclinó ligeramente la cabeza y se retiró.
– ¿Qué
fue todo eso? – le pregunté a Daniela una vez que estuvimos solos
– ¿A
que te refieres?
– tus
miradas con el chef Cañizares ¿lo conoces?
– No,
no lo conozco – respondió un poco nerviosa – solo me pareció haberlo visto
antes
– ¿ah
si? ¿Dónde?
– no lo
recuerdo, pero a lo que vine, el mesonero como que se lo tragó la tierra, le
pregunté al gerente y no lo ha visto y los otros meseros no conocen a nadie con
esa descripción
– Algo
me dice que no era un mesonero de verdad Daniela, y eso es lo que mas me
intriga
– ¿será
un espía?
– pues
uno de nosotros no es
– pero ¿Qué
puede buscar aquí? ¿y por qué te envió esa nota?
– eso
nos dice que lo de la habitación 267 es mas que casualidad, esas tragedias
deben tener un motivo
– eso
es lo que vinimos a investigar
– aun
así, debemos hallar a ese “mesonero” quien quiera que sea
– Voy a
la habitación – me dijo
Yo me ofrecí acompañarla, la dejé en la
entrada y fui a la habitación contigua, allí estaban Torres y Meléndez, los
compañeros encubiertos como huéspedes de al lado.
– ¿Han oído
algo fuera de lo normal? – les pregunté
– todo
igual – dijo Torres
De pronto, un grito espeluznante se oyó en
la habitación de al lado, en nuestra habitación. Daniela gritaba, rápidamente
salí y traté de abrir la puerta de al lado, pero esta estaba cerrada con llave.
– ¡Daniela!
Abre ¿estás bien?
Ya no se oía nada y ella no respondía
– Torres,
ayúdame a abrir la puerta – dije – Meléndez no descuides tu puesto a ver si
logras escuchar algo
– está
trancada herméticamente – dijo – llamaré una mucama
– ¡pero
de prisa! – le grité
Meléndez aun seguía atento escuchando
cualquier movimiento en la habitación 267
– ya no
se oye nada – me dijo
– eso
no puede ser, algo debe estar pasando, no puede estar todo en silencio
Yo seguía empujando y pateando la puerta,
tratando de tumbarla pero era imposible con esas cerraduras herméticas y
Daniela tenía la única llave que nos dieron. Una vez más la habitación 267 era
centro de atención y al parecer una tragedia ocurriría de nuevo, esta vez no
podía permitirlo.
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