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tra cosa, se me olvidó decirte otra cosa — dijo el
oficial Almarza a Julián, —El laboratorio descifró el número borroso que
encontraste en el bolsillo del cadáver de la Srta. Geribeth.
—¿De veras? Y ¿Cuál era?
—Escucha esto: 241303, el último dígito no era ocho
sino tres.
—¿Y de quién es el número?
—Lo están rastreando, al parecer nadie contestaba,
pero esa no es la mejor parte.
—No me intrigues más Thor.
—Si sumas los dígitos de ese número, el resultado
te da trece, ¿Qué tal? Otra vez el número trece está metido en esto.
—Sí que es interesante— dijo Julián —Ahora mientras
se lee el testamento quiero que vayas al teléfono del mostrador y marques ese número.
—Si tú lo dices, lo haré —contestó Víctor.
El
detective Montiel llegó a la Sala de Recepción donde estaban todos los
huéspedes, el personal de la posada y el abogado de Geribeth.
—¿Dónde está el oficial Almarza? —preguntó el Sr
Maizén.
—Aún está terminando el informe de las
declaraciones —le respondió Julián. —Por cierto, veo que hay tres mucamas y no
dos como anoche.
—Sí Señor— dijo El Sr Maizén, —la otra es Mel,
tenía el día libre pero la
llamamos porque necesitábamos
ayuda, eran muchos huéspedes que atender y además pasaron éstos
asesinatos y…
—Comprendo Sr Maizén —dijo Julián, y luego murmuró
para sus adentros: —Llámenme paranoico, pero esa tal Mel también me recuerda a
alguien.
El abogado
se puso de pie y en voz audible comenzó a leer el testamento de Geribeth:
“Yo, Gertrudis Alejandra Asunción
Buenaviddeh, Cédula de identidad 52.110.301, conocida artísticamente como
Geribeth, en pleno uso de mis facultades mentales, y en caso de faltar
físicamente dejo todas mis ganancias, mis estados de cuenta, mi casa y mis
automóviles a la Señorita Anelisse Zahir Varnot Durán, Cédula de Identidad
48.840.749…”
—¡No puede ser! —exclamó Robbie— ¡Maldita Geri! Le
dejaste todo a Anya y a mí no me dejaste nada.
Todos
comenzaron a murmurar, Julián los observaba silenciosamente: Luisana tenía una
actitud muy serena; Cindy, por su parte estaba muy inquieta, Tamara dio un
brinco repentino hacia Anya y la abrazó, Anya por su parte no contenía la
felicidad, mientras el detective sonreía victoriosamente mientras le decía algo
a Víctor que llegaba en ese momento:
—Los dígitos del número de cédula de la Srta.
Geribeth también suman trece —dijo Julián.
—Eso es demasiado Julián —respondió Víctor.
—Esperen señores —dijo el abogado— Aún hay más, no
he terminado, déjenme continuar.
Todos se
callaron y se sentaron de nuevo y el abogado continuó leyendo:
“Dejo también mi casa de la playa en San Carlos, heredada por mi padre,
a Virginia Yamal, hija de sangre de mi padre. Quiero explicarle a Robbie que no
le daré nada por haberme robado, y haber arruinado mi carrera con contratos
ilegales y de baja categoría. Este testamento es realizado a los veinte días
del mes de Abril del año en curso, en presencia de un notario, mi abogado, y
dos empleados como testigos. Firma… Geribeth.”
—¿Pensaste que no se daría cuenta, verdad?
—preguntó Anya a Robbie— De nada te sirvieron tus engaños, siempre sospechó que
algo malo hacías y al parecer Geri se dio cuenta a tiempo y te excluyó.
—Ya cállate, eres una ingrata igual que ella —dijo
Robbie.
—¿Eso es todo oficial? —preguntó Cindy— ¿Ya nos
podemos ir de esta posada?
—Aún no se ha resuelto el caso señores —dijo
Víctor— No tenemos al asesino.
—Pero ya nos interrogó a todos y ya debió
descartarnos como sospechosos —dijo Luisana.
Julián
contempló por unos instantes a las mucamas y una sonrisa de satisfacción se
dibujó en su rostro.
—¿Cómo se me pudo escapar eso? —murmuró él— Tiene
que ser como “Extraños en un tren”
—¿De qué hablas Julián? —preguntó Víctor.
—¡Lo tengo señores! —exclamó Julián excitado— Nadie
sale de este lugar porque ahora mismo conocerán al asesino de Geribeth y el Sr
Combs.
Todos
quedaron inmóviles por un instante y luego se volvieron a sentar, esperando atónitos
lo que el detective tenía que decir.
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