Vancouver, Canadá
S
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oplaba
un viento frío desde el oeste, los árboles comenzaban a perder sus hojas, el
otoño había comenzado, las calles lucían iguales aunque un poco menos
transitadas, el cartero llevaba el correo como de costumbre, pues efectivamente
en Vancouver aún se usaba el viejo método del correo. El cartero llegó a lo que
parecía una Compañía de Seguros, subió al ascensor y se dirigió al piso siete,
caminó hacia la oficina 22 y dejó un paquete a nombre de Scott Campbell, este
lo tomó y firmó el registro. Abrió el paquete y descubrió que se trataba de un
cliente, una anciana que solicitaba su asesoría pero no podía ir para allá, así
que le pedía que la fuese a ver a su pensión lo antes posible.
Al terminar el día, Scott se dirigió a su
casa, era una casa grande de dos pisos con un gran patio y un hermoso jardín;
saludó a su esposa Rachel y cargó a su pequeño hijo de tres años.
– Papá,
¡mira lo que conseguí! – le dijo el pequeño en inglés mientras le mostraba un
caracol vivo en su mano
– It’s beautiful – respondió
– ¿Cómo
te fue hoy amor? – le preguntó su esposa en francés
–
normal, recibí una cita de una clienta para suscribirse al seguro
– una
clienta ¿eh?
– Descuida
honey – respondió él en inglés – es
una anciana que necesita un seguro, iré a verla mañana, será fácil de
convencerla a unirse a nosotros
– de
acuerdo, la cena estará lista en un momento.
Después de la cena, Scott y Rachel
platicaban del día, de los planes de viajar en navidad y llevar a su pequeño
hijo a USA. Durante la noche Scott no podía conciliar el sueño, se levantó a
tomar un poco de leche, volvió a tomar la carta de la anciana que solicitaba
asesoría, y releyó las ultimas líneas, donde le indicaba la dirección: “Por favor, estaré en la habitación 27, se
la describo así porque en realidad es la número 267, pero el número seis se ha
caído y para que Ud. no se confunda le dije 27, aunque ambos números estén
separados, espero que me entienda usted. Atte Mrs. Drescher.”
Viejos recuerdos vinieron a la mente de
Scott, gracias al número 267, sin lugar a dudas debía acudir, cliente es
cliente, y su paranoia solo existía en su mente.
Al otro día, bien temprano, Scott se dirigió
a la Pensión “Pour Toi” donde se
encontraba Mrs. Drescher, específicamente en la habitación 27, cuando llegó
tocó tres veces y efectivamente vio que faltaba el seis entre ambos números.
– Por
favor pase adelante – le dijo una voz femenina desde adentro
– Buenos
días Mrs. Drescher, soy Scott Campbell de los Seguros…
– ya lo
sé – dijo ella – yo misma lo llamé, por favor tome asiento.
Scott se acercó mas y logró notar que la
dama en cuestión no era ninguna anciana, todo lo contrario, la supuesta Mrs.
Drescher lucía joven de veintitantos años.
– ¿Qué
es esto? – preguntó molesto – ¿una especie de broma?
– de
ninguna manera Señor Campbell – respondió ella en un perfecto español – ¿o debo
llamarle Señor Domínguez?
Scott palideció completamente, pero de
inmediato recobró la compostura y respondió:
– ¿Domínguez?
¿De donde saca Ud eso? ¿Quién es usted?
– veo
que entiende bien el español
– desde
luego, es parte de mi trabajo saber muchos idiomas, pero me debe estar
confundiendo con alguien más
– de
ninguna manera Mr. Campbell, sé bien que es usted Ezequiel Domínguez, permítame
presentarme, soy Ambar Drescher y vengo a…
– ahórrese
su presentación – le interrumpió – si no necesita mis servicios, me retiraré de
inmediato, no seguiré siendo participe de esta farsa
– ¿farsa?
¿Qué yo soy una farsa? Le recuerdo que es Ud. quien cambió de identidad y de
vida, hasta hizo una nueva y hermosa familia
– con
mi familia no se meta – le respondió Scott amenazante señalándola con el dedo
– No tendré
que hacerlo si usted colabora conmigo
– ¿Qué
quiere?
– quiero
usar ese mismo talento suyo para disfrazarse y camuflajearse, y así adoptar una
nueva vida
– le
repito que yo no soy ese tal Domínguez
Ambar sacó de su cartera una carpeta con
varias hojas
– ¿Cree
usted en el destino Mr. Campbell?
– claro
que no
– pues
yo tampoco lo creía, hasta que estaba yo en las Bahamas cuando literalmente una
botella llegó a mi campamento a orillas del mar ¿y que cree que contenía
adentro?
Scott abría aun mas sus ojos mientras Ambar
leía el contenido de la carpeta.
“Mi plan dio resultado, el crimen perfecto
si existe…” “solo ustedes los que lean esta carta conocerán la verdad
completa…” “tal vez se haga una película sobre el caso de la habitación 267, la
pregunta es ¿Quién hará mi personaje?...”
Ambar terminó de leer y luego agregó:
– precisamente
le ofrezco el mejor de los personajes: el de un Duque ¿Qué le parece?
– ¿Cómo
encontró esa carta?
– ¿no
le acabo de decir que el mar la trajo a mi? Ya que no creemos en el destino lo
llamaremos casualidad
– no
puede probar que ese soy yo ¿Cómo me encontró?
– también
tengo mis contactos Mr. Campbell ¿acepta o no mi propuesta?
– ¿y si
me rehúso? No pude probar que ese de la carta soy yo, ese caso quedó cerrado
hace años allá en Venezuela
– lo
sé, no pienso amenazarlo con eso, no soy de esas personas, solo le pido que lo
piense bien y hablamos mañana, solo le diré que “algunos caracoles pueden
resultar venenosos”
– ¡Qué
demonios…! ¿está usted…? ¿fue usted quien le dio eso a mi hijo? Es
despreciable, me dijo que no es una mujer de amenazas.
Ambar se le acercó y esta vez con una
facción totalmente seria le dijo:
– las
amenazas son condicionales, yo no soy así, lo que yo digo lo cumplo, así de
sencillo.
–
entonces no me deja otra alternativa
– desde
luego que la hay, puede usted aceptar mi propuesta o huir de nuevo y comenzar
otra vida, adoro ese don suyo, adaptarse a cualquier circunstancia
– si
acepto su trato ¿me promete que dejará en paz a mi familia?
– ¿se
refiere a Rachel y al pequeño Jimmy? Por supuesto, lo que prometo lo cumplo
– ¡Hecho!
– respondió Scott y salió disparado de la habitación.
Mientras bajaba las escaleras tropezó con un
hombre mayor, al cual se le cayeron unos libros que llevaba en su mano
– Disculpe,
déjeme ayudarle – dijo Scott
– no se
moleste – respondió el hombre
– es mi
culpa, venía distraído – decía mientras tomaba los libros y se los entregaba a
aquel hombre, uno de ellos le llamó la atención, un libro que se titulaba: “Apolimia,
la diosa de la vida, la muerte y la destrucción.”
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