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os días después,
Samanta logró abrir los ojos, lentamente y con esfuerzo pudo despertarse, ya no
estaba en el Convento, veía una especie de cuarto de hospital, miró a su lado y
vio a Adrián durmiendo en un sillón.
– Despierta – le
dijo a su amigo.
– Que bueno que
despertaste – dijo alegre Adrián – estaba tan preocupado, pensé que podías… –
Adrián se interrumpió mientras su rostro se coloraba. Samanta sonrió y le dio
las gracias.
– ¿Cuánto tiempo
llevo aquí? – preguntó ella
– tres días –
respondió Adrián
– ¿y todo este
tiempo tu estuviste aquí?
– bueno, también
han venido la hermana Concepción, la Madre Superiora y varios sacerdotes y
monjas del Convento.
– Oh, ¿es que
estoy en el pueblo?
– Si, en el
Hospital San Agustín.
– ¿es que acaso
todo se tiene que llamar así?
– jajaja, recuerda
que así se llama el pueblo.
Samanta rió un poco y luego quedó pensativa,
tomó un respiro y preguntó:
– ¿Qué has sabido
de…?
– ¿Ricardo? –
continuó Adrián – Nada, está desaparecido, su habitación está vacía.
– ¿crees que
esté…?
– ¿muerto?, no lo
sé, espero que no, es un gran muchacho, y no creo que haya querido… bueno…
envenenarte.
– pero lo hizo,
esa manzana tenía algo, claro… y yo de boba que me la comí.
– No fue tu culpa.
– lo sé, pero aun
así, quisiera verlo y hablar con él, y que me explique por qué lo hizo.
– Yo también.
– ¿y como hiciste
para que te dejaran salir del Convento?
– la Madre
Superiora lo entendió, y me dejó venir, espero que no te haya molestado.
– No, al
contrario, gracias por acompañarme, pero no pretenderás rebajar esos kilitos
con la comida pésima que debe haber en este hospital.
– claro que no, y
por cierto, debo llamar a la Madre Superiora para avisarle que ya despertaste –
dijo Adrián poniéndose de pie.
– ¿y hay teléfono
en el Convento?
– Si, ¿no lo
sabías? Hay uno en la oficina de la Madre Superiora.
– ah ya veo,
supongo que así es como se comunica con el Padre Vicente.
– ¿de que hablas?
– no me prestes
atención, solo hablaba conmigo misma.
– de acuerdo,
vuelvo en un momento.
Adrián salió del cuarto y Samanta quedó
pensativa, ella se decía: “la Madre Superiora llama al padre Vicente”, pero
¿Qué tiene que ver Ricardo en todo esto?
Repentinamente se abrió la puerta y entró un
enfermero cerrándola tras si, se acercó a Samanta y esta pudo verle claramente
el rostro, se trataba de Ricardo.
– ¿Qué haces aquí?
Voy a gritar si no te vas – dijo ella.
– Sshhttt, no voy
a hacerte nada, vengo a decirte que corres peligro, lo de la manzana…
– Ya basta
¿quieres? – le interrumpió – pensé que necesitaba una explicación de tu parte,
pero ya no te creeré nada, así que ahórratela.
– Samanta debes
escucharme – decía Ricardo – todas estas muertes fueron planeadas por él.
– ¿por quien?
– por el Padre
Vicente, él llamaba a la Madre Superiora y le daba órdenes.
– ¿Cómo sabes eso?
– porque ayer
escuché una conversación, la Madre Superiora hablaba por teléfono y decía:
“Vicente, todo Salió mal” luego dijo algo como “Yo misma me encargaré de ella”
y después dijo “Matías era un traidor”, ¿ahora ves? Estás en peligro.
Samanta quedó muda por unos instantes, luego
reaccionó y dijo:
– ¿la Madre
Superiora y el misterioso Padre Vicente son los responsables de…? ¿estás seguro
que oíste eso? No puedo creerlo.
– claro que la
escuché, por eso debo esconderme, avísale a Adrián, también corre peligro.
– ¿pero yo que
tengo que ver en todo esto? – preguntó ella – ¿Por qué querrían matarme?
– Tal vez no te
querían envenenar a ti, yo fui el que tomó la manzana de la fuente, todos
sabían que yo sería capaz de hacerlo, pero…
– ¿pero que?
– yo reté primero
a Adrián a que se la comiera, siempre logro que él haga algo que yo quiero y…
– la Madre
Superiora sabía eso – acotó Samanta.
– es decir, que la
victima no eras tú, era Adrián ¿Dónde está él?
– salió a llamar a
la… Madre Su pe – rio – ra
Las palabras de Samanta salían mas lento y
entrecortadas, pues precisamente la Madre Superiora entraba en ese momento,
trayendo del brazo a Adrián.
– Es hora de que
hablemos seriamente los cuatro – dijo la autoritaria monja – ahora mismo
acabaremos con esto.
Ricardo y Samanta tragaron saliva, mientras
que Adrián seguía con su mirada de asustado, la tensión aumentó y el ambiente
se tornó más escalofriante.
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