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uestra
crónica debe dividirse en tres partes iguales y separadas. La Nochebuena había
de ser envuelta en ciertos sucesos y cada una de las personas involucradas en
ella la vio desde su punto de vista particular. Comenzaremos con el Duque
Theodore, quien no era otro que Scott Campbell, en el momento que se retiró a
su habitación. Estaba muy inquieto y no podía conciliar el sueño, minutos mas
tarde tomó su teléfono y marcó un número.
–
necesito comunicarme con Rachel, por favor Amy, te lo suplico, es Nochebuena y
quisiera hablar con ella
– sabes
muy bien que eso no puede ser posible – aclaró Amy desde el teléfono
– por
lo que mas quieras, no le diré nada, puedes escuchar la conversación si quieres
– a Ámbar no le gustará
– yo me
arreglo con ella
– de
acuerdo – asintió Amy – podrás hablar con tu esposa, pero si le comentas algo
del proyecto, o le insinúas algo de la misión, sin duda alguna ella y tu hijo
pagarán las consecuencias, estaré oyendo su conversación
– Trato
Hecho.
La llamada se cortó y a los 30 segundos, Amy
logró comunicar a Scott con su esposa en Canadá, su eficacia sobrepasaba los
límites de la tecnología, nada era imposible para Amy.
– ¿Hello? – preguntó una voz al otro lado
de la línea
– ¿Rachel?
¿cielo? ¿eres tú?
– ¡oh
madre santa! ¡Scott! ¿Cómo…? ¿Qué estás…?
– estoy
bien mi amor, llamaba para saber de ustedes y para desearte…
– Feliz
Navidad a ti también mi vida – le interrumpió Rachel con un sollozo – Te
extraño, Jimmy siempre pregunta por ti
A Scott se le hizo un nudo en la garganta, y
su voz se entrecortó, extrañaba tanto a su hijo, cerró los ojos y trató de
respiró hondo tratando de aguantar un leve llanto.
– pásame
a Jimmy por favor.
Unos segundos después el pequeño estuvo en
el teléfono:
– Hola
Papi, ¿Cuándo regresarás?
– muy
pronto campeón, en febrero ¿Cómo te estás portando?
– bien,
saqué buenas notas
– te
amo hijo, nunca lo olvides…
Scott, tuvo que detenerse para
evitar que su hijo se diera cuenta de su dolor, su corazón se le encogió, luego
continuó:
– hijo…
ahora… pásame de nuevo a tu madre – decía Scott entrecortando la voz.
Rachel volvió al habla:
– Esta
navidad será la mas horrible que hayamos pasado – dijo ella
– la
mía también – respondió él – Te amo Rachel, no te imaginas cuanto
– yo
también Scott, te amo y te extraño, a veces sueño que estás aquí y…
–
pronto lo estaré, quiero que le compres ese libro que tanto le gusta a Jimmy –
dijo Scott – ¿recuerdas? El del Portal del Espejo en el Baño, le encanta la
ciencia ficción, por favor Rachel, cómprale el libro de mi parte, aquí no se consigue.
– pero
yo no…
– ya sé
que es costoso, te enviaré el dinero después para reponerlo
– no lo
sé, mañana todas las tiendas estarán cerradas
– el
aeropuerto no, la librería del aeropuerto nunca cierra
– de
acuerdo Scott, a Jimmy le gustará, nunca hemos podido dárselo
– esta
vez se lo merece, dile que se lo envío yo
– así
será mi amor
– bien
ahora te tengo que dejar, un beso mi cielo, te amo – dijo Scott con una mirada
empañada
– Te
amo, vuelve pronto – respondió Rachel.
Después de colgar, el teléfono su repicó:
– Te
felicito Scott – le habló Amy – te portaste bien, tu familia seguirá a salvo,
se nota que se aman mucho.
En ese instante se escuchó el Reloj del
castillo dar una campanada, luego otra, y otra, y así sucesivamente hasta dar
doce en total.
– Nunca
había sonado ese reloj – mencionó Scott
– solo
ocurre en Nochebuena y en Fin de año – respondió Amy – significa que ya es
media noche y oficialmente la comienza la Navidad, por cierto Feliz Nav…
Scott colgó el teléfono antes que Amy
terminase de hablar, se asomó por la ventana de su habitación y vio alguien
cruzar el jardín, iba vestido con una bata muy fina, así que supuso que era uno
de los príncipes, pero ¿Qué estaría haciendo afuera a esa hora?, Scott se
vistió y bajó a la Sala Principal del Castillo, cuando se disponía a abrir la
puertaventana que daba al jardín, una voz le detuvo:
– ¿A
dónde va a esta hora, Duque Theodore?
– oh,
solo quería un poco de aire fresco Don Felipe – respondió él lo mas calmado que
pudo
– no se
lo aconsejo mi Señor – agregó Felipe – el clima está muy frío afuera y pronto
comenzará a nevar.
Scott meditaba para si: “es cierto, con tanto frío afuera y alguien
camina con una simple bata de dormir” y Luego añadió:
– entonces
me quedaré un momento aquí, aun no puedo conciliar el sueño
– le
traeré un té, Duque, enviaré a un criado – dijo Felipe mientras se retiraba.
Scott, o mejor dicho Theodore, se acercó al
Árbol Gigante de navidad, echó un vistazo a los regalos instalados al pie de
éste, y su asombro fue porque ya no estaba el obsequio que él mismo había
puesto para el Rey de parte de Apolimia,
alguien se había llevado la cajita que Ambar le había ordenado colocar allí,
¿pero quien?.
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