Septiembre 26, Bruselas, Bélgica
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elipe
Sybille se encontraba en las afueras del Castillo Real de Laeken, debía
cerciorarse de que todo marchaba bien, pues el Rey Leopoldo llegaría de su
viaje por Rusia, la multitud se aglomeraba en la entrada al igual que cientos
de paparazis, el Carro Real se acercaba más y Felipe mandó a despejar la
entrada, inmediatamente numerosos guardias llegaron y despacharon a la multitud
curiosa, al menos unas millas más. Sin embargo un paparazzi arriesgado, rompió
la barrera de seguridad y corrió hacia el automóvil real para lograr sacar una
fotografía de la llegada del Rey, acto que enfureció enormemente a Felipe,
quien llevaba 15 años encargado de la seguridad de la familia real, no podía
tolerar un hecho así, por lo que ordenó arrestar a aquel individuo, pero éste
salió huyendo, ningún guardia pudo alcanzarlo, excepto un joven bien vestido
con semblante aristócrata, lo detuvo con un garrotazo en la rodilla. Aquel
hombre cayó al suelo y Felipe se acercó diciendo en francés:
– Gracias
joven por detener a este hombre
El joven habló en alemán:
– Disculpe,
pero no entiendo bien el francés, ¿puedo hablar con el Coronel Felipe Sybille?
– con
el habla usted – respondió Felipe en un perfecto inglés
–
permítame presentarme, capitán Phil Benz a sus órdenes, coronel; vengo a
ponerme a sus servicios
– por
supuesto capitán Benz, he oído de su hazaña en la Guerra del
Norte,
aunque yo lo imaginaba un poco mayor…
– no se
deje llevar por las apariencias mi coronel – respondió Phil – soy joven lo sé,
pero tengo mucha experiencia en combates y seguridad y será un honor servir en
la casa del rey
– ya lo
creo, ya lo he comprobado, hoy con ese paparazzi, su curriculum es intachable,
sea usted bienvenido a la guardia…
– No me
ha entendido – le interrumpió nuevamente Phil – no deseo servir en la guardia
real, mi llamado es para servir en la Casa del Rey
– ¿Cómo
mayordomo? Pero capitán Benz, una persona de su categoría y trayectoria no
puede terminar como mayordomo
– estaré
sirviendo a mi Rey y a su familia, y eso será más que suficiente para mi.
Felipe dudó un momento y luego aceptó,
después de todo existían solo tres mayordomos en todo el Castillo y alguien con
esa calidad y autoridad era necesario; Al llegar al Castillo de Laeken, luego
de que el carro real hubiese entrado, Phil le dijo a Felipe:
– sepa
usted que haré en lo que esté a mi alcance para mantener el orden en este lugar
– así
me gusta capitán Benz, será Ud. el mayordomo principal del Castillo y de vez en
cuando le consultaré para alguna faena militar ¿Aún está seguro que prefiere
limpiar y ordenar en lugar de correr y batallar?
– desde
luego coronel, no hay ninguna guerra, además el honor comienza por la humildad
– Bien
dicho.
Una semana después, Phil ya había visto y
transitado la mayoría de las salas, salones y habitaciones del castillo,
estando en una de sus labores, se topó con el príncipe Albert,
un joven de su misma edad pero con un aire soberbio
– ¿está
lista mi habitación? – le preguntó a Phil
– desde
luego su alteza – respondió este con una ligera inclinación de reverencia
– Estaré
todo el día allí, no quiero que se me moleste – agregó Albert de mala gana.
Phil conocía bien el motivo del disgusto del
príncipe y de la familia real en pleno: La pésima comida que se servía; ya que
su cocinero principal era muy viejo y confundía los ingredientes, y claro está,
mucha de esa “confusión” era creada por el mismo Phil quien mezclaba las
recetas a escondidas, el resultado no se hizo esperar, el Rey Leopoldo despidió
a su chef personal y solicitó de inmediato un nuevo cocinero.
Phil había hablado anteriormente con el ama
de llaves del Castillo hablándole de un programa que vio sobre un concurso de
gastronomía exquisita donde una tal Martine Luport había resultado como
ganadora. La ama de llaves se lo comentó al príncipe Albert y éste convenció a
su padre que la llamasen.
Al día siguiente Martine Luport hacía acto
de presencia en el Castillo de Laeken para una entrevista con Felipe Syville.
– ¿Qué
clases de platillos realiza mejor? – preguntó él
– Los
que ustedes me propongan – respondió ella
–
¿Lleva 20 años cocinando todo tipo de platos?
– Toda
mi vida Señor, es decir, unos 40 años que llevo realizando numerosos platillos,
desde que tengo uso de razón y…
Martine cayó, bajó la cabeza y se sacudía un
poco, luego alzó la mirada y tenía un semblante más sonriente.
– Todos
han quedado satisfechos – continuó ella con una sonrisa en su rostro
– ya
veo, tiene una muy buena hoja de vida madame ¿Por qué querría usted trabajar
aquí?
– la
verdad es que no creo que la realeza pueda apreciar mi estilo, usted fue el que
me contactó.
En eso Albert interrumpió la entrevista con
un silbido, Martine volvió en sí, y retomó su semblante sobrio, Albert se
dirigió a ella:
– no
creo que pueda usted preparar un pie de manzanas sin que quede sin grumos en el
medio
– claro
que puedo jovencito – replicó Martine
– ¿jovencito?
Felipe intervino.
– es el
príncipe Albert, madame – mencionó
– oh
disculpe usted Su Alteza, no sabía…
– descuide,
entiendo que al alcanzar cierta edad, las personas olvidan quienes les rodea.
Martine se enrojecía de ira y suavemente
murmuraba para sí misma: “Quédate quieta
Isamar, no vayas a salir ahora” respiró hondo y continuó hablando:
– puedo
preparar cualquier cosa que se le ocurra
– ¿puede
hacer canapé de albahaca con salsa judía? . preguntó Albert
– desde
luego – respondió ella
– ¿puede
hacer huevos fritos de forma tal que la clara quede dura pero la yema quede
blanda?
– así
es
– hágalo
si no es molestia.
Los tres se dirigieron a la cocina, Martine
rompió unos huevos y los sofrió a fuego lento en un sartén con aceite, los
meneaba constantemente para hacer el menor contacto con el fuego, con su muñeca
viraba el sartén de tal forma que los huevos rozaban solo la parte de la clara
al aceite, al final Felipe y Albert lo probaron, efectivamente la clara estaba
dura pero la yema permanecía blanda en el centro.
– Está
usted contratada – dijo Albert y sin más se retiró.
Felipe asintió con la cabeza y le dio la
mano de bienvenida a Martine, ella había logrado su objetivo, con una sonrisa
se retiró también mientras sabía que Apolimia
se acercaba aún más.
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