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l Sol había salido hace una hora ése 13
de Diciembre, y los huéspedes de la Posada Maizén salieron a desayunar, aunque
no todos se despertaron ya que el conductor del expreso y el detective Montiel seguían
en sus habitaciones.
—Buenos días — se saludaron todos.
—“¿Cómo
pasaron la noche? — ¿Dormiste bien? — Yo sigo cansada — Mi cama era muy cómoda
— ¿Qué vas a desayunar?” — eran los comentarios que se escuchaban en la
cafetería de la posada, atendida por el Sr Maizén.
—Quiero café con pan
—Yo quiero una panqueca de esas que tiene allí.
—Me gustaría un Yogurt, ¿Cuánto cuesta?
—Creo que dos emparedados para cada uno son
suficientes.
—¿Tiene jugo de naranja?
—Yo tomaré refresco, al diablo con la dieta.
El Sr Maizén atendió a todos de acuerdo a su
pedido y los huéspedes se disponían a desayunar. Como sólo había tres mesas en
la cafetería de la Posada, Geribeth, su manager y su asistente ocuparon una;
Marco, Rick, Cindy y Tamara ocuparon otra; y Ted y Luisana ocuparon la tercera
mesa.
En la
primera mesa se veía un Yogurt light, unos panecillos de queso y dos jugos de
durazno.
—¿Qué te dijeron los productores?
—Ellos comprendieron Geri, pero aún así debemos
partir lo más pronto posible.
—No se preocupe Srta. Geribeth, Ud. podrá hacer
esas fotos.
Geribeth
sonreía, aún tenía esperanza de salir de ese lugar y llegar a su anhelado
destino con su jugoso contrato de modelaje, su posición en la mesa le daba una
buena vista del lugar, muy cerca de la puerta ella podía ver a todos comiendo
plácidamente, pero en su mente sentía tristeza porque con el mundo a sus pies
solo debía desayunarse un yogurt bajo en calorías.
En la
segunda mesa se veían dos refrescos, algunos emparedados, un jugo de naranja y
un café con algunos panes.
—Espero que salgamos pronto de aquí, no es que sea
mala la posada, pero quiero estar en San Martin.
—Sí, quiero estar acostado en la playa contigo mi
amor.
—Yo también, mi vida.
—Yo necesito llegar a ver como está mi hermana.
—¿Por qué? ¿Le pasó algo?
—Espero que no, espero que esté bien.
Mientras
tanto en la tercera mesa se encontraban Ted y Luisana, al parecer ya habían
terminado de comer.
—¿Puedes creerlo?, Me tocó el cuarto 13.
—Vaya, si que es extraño, ¿será tu destino? ¿No será
que algo te pasará?
—No digas tonterías Ted, no creo en la mala suerte.
—Pues ya no estoy tan seguro, el domingo vence mi
premio y yo sigo aquí, varado en una posada… Por cierto ¿sabes si el expreso ya
funciona?
—No lo sé, no he visto al chofer.
El Sr Maizén se retiró por un momento de la cafetería, sin embargo una
mucama estaba cerca por si alguien aprovecharía su ausencia para tomar algo sin
pagar.
De repente alguien se puso de pie violentamente y salió corriendo hacia
fuera, al pasar junto a la mesa de Geribeth tropezó con ella derramándole el
jugo en su vestido.
—¡Oye!, Fíjate por donde vas — gritó furiosa Anya.
—Maldición, mira mi vestido, —decía Geribeth —
ahora tendré que cambiarme.
—Te acompaño — contestó Anya.
—Vuelvo enseguida Robbie — dijo Geribeth.
Al mismo
tiempo el Sr Montiel salía al pasillo y divisó a un hombre corriendo en
dirección opuesta por el pasillo.
—¿Qué ocurre Señor? ¿Por qué tanto escándalo? —
preguntó Julián al Sr Maizén que iba con una toalla.
—Es que en la cafetería alguien le manchó la ropa a
una señorita.
—Oh que desagradable.
En ese
momento Geribeth y Anya se dirigían a la habitación a cambiarse.
—Buenos días — saludó el conductor del bus quien
apenas se iba levantando, — ¿Qué es todo ese escándalo?
—Buen día Señor… ¿Cuál es su apellido? — preguntó
Julián.
—Combs, dígame Sr Combs.
—Al parecer Sr Combs, hubo un altercado en la
cafetería.
Ambos hombres iban a la cafetería cuando vieron a los demás que se
dirigían al jardín trasero de la posada.
—Buenos días señores, ¿Qué ocurrió?
—Descuiden, solo fue esa modelito armando un
escándalo, pero seguro no es nada importante.
—Oh, ya veo.
Julián y
el Sr Combs llegaron a la cafetería, una mucama limpiaba el piso y el Sr Maizén
acomodaba las sillas y mesas.
—Dentro de un momento les atiendo— dijo el Sr
Maizén.
El
detective Julián Montiel se preguntaba el porqué había solo dos mucamas, por
qué tan poco personal obrero en una posada que, aunque humilde, era algo grande
y acogedora; “Pobre hombre —pensaba— Tiene que hacerse cargo de todo”. Minutos
después hicieron su pedido y el Sr Montiel se encontraba desayunando junto al
Sr Combs en una mesa.
—Ya llamé a la estación dos veces —decía el Sr.
Combs— y todavía no han traído ayuda.
—Sí, ya deberían estar aquí.
—¿Será que algo pasó?
—No lo sé, pero esto es muy extraño ¿no cree Ud.?
—Pues, un poco, me preocupa mucho.
—Créame Sr Combs, que la experiencia en mi trabajo
me ha demostrado que a veces lo extraño es muy normal— comentó Julián Montiel.
Los demás huéspedes se encontraban sentados platicando en el jardín
cuando llegó corriendo Anya muy alarmada gritando.
—Señor Robbie, es la Srta. Geribeth.
—¿Qué pasa con Geri?
—Está muerta, Señor…. Creo que está muerta.
—¿Cómo?
—¿Muerta? — exclamaron los demás.
—Venga a ver.
Robbie y los demás huéspedes siguieron a Anya
mientras ella les contaba respirando agitadamente:
—Ella no respondía a su habitación, así que entré,
pues no tenía el seguro puesto y…
—¿La viste muerta en su cuarto?
—No, no estaba allí
—¿Cómo que no estaba allí mujer? ¿Y donde la viste?
—Fíjese señor, —contaba Anya— Salí de inmediato, no
había nadie por allí, luego vi la
habitación 13 abierta, curiosamente entré y allí estaba la Srta. Geribeth
tirada en la cama con una soga en el cuello.
—¿Estaba en mi cuarto? — preguntó asombrada
Luisana, —Después de todo el trece fue mala suerte para alguien.
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