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recepcionista nos miró con esos ojos de asombro por unos instantes, creo que su
rostro palideció, sin embargo, tras un respiro ella respondió:
–
¿están seguros que quieren la habitación 267?
– desde
luego… Señorita… Helen – dijo Daniela luego de ver su nombre en la etiqueta
principal de su uniforme.
– por
supuesto – dijo ella – sin embargo es mi deber informarles que esa habitación
ha estado desocupada por un tiempo debido a una trágica muerte ocurrida hace
unos días.
Me quedé pensando un poco en esa frase que
Helen había dicho, tal vez inconscientemente: “una trágica muerte” ¿acaso hay
una muerte que no cause tragedia? De inmediato interrumpió mis pensamientos.
–
Inmediatamente se la preparamos
– ¿es
que ya no está lista para usarse?
– Nadie
ha querido entrar allí, les dije que es medio aterradora, ¿seguro que no
quieren otra? Tenemos más habitaciones muy…
– Srta.
Helen – le interrumpió Daniela - ¿puedo tutearte?
– Como
no
– Ok
Helen, allí fue donde conocí a mi esposo, donde pasamos nuestra primera noche
juntos, y ahora que estamos de luna de miel, queremos estar allí, tiene mucho
significado para mi, y ya que no está ocupada no veo porqué tanta molestia.
– No es
molestia, solo pensé que no conocían la extraña maldición de esa habitación
– Por
favor – dije yo – ¿Cuál maldición? ¿Ud. cree en maldiciones en pleno siglo XXI?
Helen tomó el teléfono, habló algo y luego
nos dijo:
– En 20
minutos estará lista su habitación, mientras tanto les invito a esperar en el
lobby y tomarse lo que gusten, cortesía de la casa, disculpen las molestias.
– Descuide
– dije mientras le daba la tarjeta de crédito especialmente diseñada para el
caso.
Veinte minutos después, la recepcionista nos
llamó de nuevo
– Sr.
Ferrer, su habitación está lista.
Cabe destacar que mi alias para el caso es
Abraham Ferrer y el de Daniela es Eva Fernández de Ferrer, para que no se
confundan. Bien… les decía que un botones nos llevó a la habitación, junto con
nuestro equipaje y allí estábamos en la famosa habitación 267.
– Tengo
algo de miedo – me susurró Daniela
– Yo
también – le dije – pero entremos ya.
La habitación lucía grande, bien iluminada y
muy acogedora, contaba con una cama matrimonial, una mesa de noche, una
lámpara, un escritorio, unas alfombras turquesa que hacían un buen contraste
con el piso marrón hecho de pura madera, tenía un baño y una ventana corrediza
que daba al balcón y del cual se veía las instalaciones del hotel, el parque y
las piscinas, era una gran vista. Las paredes del cuarto eran celeste claro y
las cortinas turquesa con marrón.
Después que el botones se retiró, instalamos
dos micrófonos en la habitación, uno en la lámpara y otro en un cuadro cerca de
la ventana.
– ¿vamos
a dormir en la misma cama? – preguntó Daniela
– desde
luego, no hay sofás – le respondí irónicamente
Ambos nos echamos a reír, somos
profesionales y sabemos que nunca se debe mezclar el trabajo con el placer.
– Manos
a la obra
Desempacamos un poco de ropa, tomamos
nuestras armas de reglamento y nos cambiamos para salir y dar un “paseo” por
las instalaciones del hotel, pero antes di tres golpes cortos en la pared
contigua a la habitación de al lado, como señal para indicar que todo marchaba
bien, recordando que en la habitación de al lado de hospedaban dos de nuestros
colegas para vigilar cada movimiento de nuestro cuarto (para eso los
micrófonos).
Cuando ya estuvimos listos para salir, abrí
la puerta e inmediatamente uno de los botones se enderezó sorpresiva y
nerviosamente, era obvio que estaba husmeando, pero a diferencia de mis colegas
policías, él no era uno de nosotros.
– ¿Qué
hacía Ud. allí? – le reprendí
– Lo
siento, no quise… que tenga buen día – respondió él mientras se alejaba
rápidamente.
–
sospechoso ¿verdad? – dijo Daniela
– desde
luego – respondí – hay que tener los ojos muy abiertos, no debemos bajar la
guardia
– ¿y si
lo seguimos?
– de
nada servirá, estoy seguro que debe haberse escondido bien, pero lo
investigaremos.
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