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ecesito un teléfono por favor — pidió Robbie al recepcionista de la Posada.
—Claro Señor, aquí tiene uno, es el único que tiene
señal en esta zona — contestó el recepcionista.
—Luego me lo presta — dijo Tamara, —necesito
avisarle a mi hermana, espero que esté bien.
—Queremos dos habitaciones— dijo Marco.
—Nosotros queremos tres más— contestó Geribeth,
—las mejores por favor. Robbie, sólo diles que estamos retrasados.
—Una habitación para mí por favor— dijo Luisana.
—Y una para mí. — dijeron en coro Julián, Ted y
Tamara.
—Me asigna otra para mi Señor, —pidió el conductor.
Eran las
dos y media de la madrugada y los viajeros accidentados estaban exhaustos; el
recepcionista le entregó las llaves de sus habitaciones a cada uno de los
huéspedes.
—Disculpe Señor— le habló Ted al recepcionista,
—¿Por qué esta posada se llama Maizén? ¿Tiene que ver con algún maíz?
—Oh No, nada que ver, es mi apellido; Soy Hernán
Maizén, la Posada Maizén ha sido cuidada y administrada por varias generaciones
de mi familia. ¿Por qué menciona un maíz?
—Por nada, solo sentía curiosidad.
Los
viajeros, que al parecer eran los únicos huéspedes ésa noche, se dirigieron a sus respectivas habitaciones. El
detective Julián tenía su rostro semidormido y de una vez se acostó en su cuarto
15, Ted se despidió de su nueva amiga y se metió en el cuarto 10; Marco y Rick
compartieron el cuarto 12, mientras que a Cindy le tocó el 11, Por
su parte Tamara entró en el cuarto 9; Geribeth usó la habitación 5, la cual era
la mas grande al igual que la 16 la cual ocupó Robbie; Anya fue al cuarto 6 y
el conductor entró al cuarto 8; Luisana se dirigió al cuarto asignado para
ella, miró el número en su llave y lanzó una risa burlona la cual llamó la
atención de una mucama que estaba cerca.
—¿Le ocurre algo Srta.?
—No es nada, —respondió Luisana, —Sólo que me volvió
a tocar el número 13.
Luisana
entró y cerró la puerta con llave, echó un vistazo a la habitación, la cual
lucía acogedora con unos ocho metros cuadrados aproximadamente y su propio
baño, algo pequeño pero muy aseado, había también una mesita de noche con su
espejo y un mini clóset con sus gaveteros.
Afuera el
Sr Maizén conversaba con sus dos mucamas:
—Hoy tenemos muchos clientes, así que deseo que se
esmeren y los atiendan bien.
—Creo que nos agotaremos— dijo una de ellas, —¿No
puede llamar a Mel? Necesitamos mas ayuda.
—Mel ya se fue; mañana… —miró su reloj, eran más de
las 3:00 am— es decir, hoy es su día libre, pero si hace falta la llamaré.
La noche
avanzaba mientras que la hermosa luna ascendía mucho más en el firmamento, sólo
faltaban pocas horas para que amaneciera y el silencio reinó el ambiente de la
Posada, hasta que se escucharon uno o dos ronquidos en algunas habitaciones,
esa fue la melodía que se escuchó por el resto de la noche.
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