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is sospechas
eran ciertas, tantos años como detective habían desarrollado mi instinto
policial, existían muchos cabos sueltos que pude atar gracias a mi equipo, todo
se lo debo a Andrade, Torres, Meléndez e incluso Vergara, todos y cada uno de
ellos me brindó pistas importantísimas para descubrir el misterio que envolvía
la habitación 267; pero antes de revelarles ese misterio (que no era para nada
sobrenatural), déjenme contarles lo que ocurrió después de haber enfrentado a
Helen y de cómo supe que el chef Cañizares llevaba días muerto.
Helen, Marco Antonio y yo nos dirigimos a la
habitación 267, donde yo me hospedaba, una vez adentro comencé a tocar las
paredes laterales hasta dar con una que sonaba distinta, era el “escondite
secreto” donde se encontraba el fulano máster que registraba todo lo que las
dos cámaras ocultas captaban de la habitación, y adivinen cuales eran esas
cámaras “ocultas”, la perilla de la puerta y la lámpara de mesa ¿Qué tal? Me
maté buscando camaritas pequeñas aquella vez y resulta que toda la lámpara era
una cámara, y ya que se nos ocurrió instalar allí mismo un micrófono de la
unidad, su máster también captaba el sonido, en otras palabras, se la pusimos
papayita. Pero ya habíamos descubierto el “cuartico secreto” junto a la popular
habitación, razón por la cual todas las muertes ocurrían allí, ahora la
pregunta era ¿Cómo hacía que sus victimas se suicidasen? Eso sólo lo podía
responder el Sr. Columbus, el sospechoso principal y de quien sabía que era el
autor intelectual de todo, aún estaba desaparecido, pero sabíamos
que se encontraba en el hotel y tarde o temprano daríamos con él.
La tarde pasaba lentamente, el equipo
criminalista vino a procesar el pequeño cuarto oculto y a interrogar a la Srta.
Maldonado, que fue llevada a la delegación a rendir declaraciones, ella no
quería decir nada hasta que su abogado llegase, le dije a Andrade que fuera con
ella y que estuviese presente en el interrogatorio, mi objetivo principal era
capturar al Sr. Columbus, tal vez era mi gran obsesión pero no me quedaré
tranquilo hasta haberlo encontrado y entregarlo en manos de la justicia.
Pero antes de partir a la delegación,
Andrade me dejó las notas anónimas que habíamos recibido durante nuestra
estadía en el hotel, regresé a mi habitación, que a pesar de todo lo ocurrido
aun seguía disponible, se había registrado y levantado todo lo relevante para
el caso, ya podía disponer de ella nuevamente, además si el Sr. Columbus
regresaba (que sabía que lo haría) vendría a esta habitación, comencé a colocar
las notas una a una en la cama, “sé quien
eres, te estoy vigilando” decía una, “si
sigues metiendo el dedo en la llaga te quedarás sin dedos” decía otra, “ellos ya no pueden ver pero los ojos del
hotel te siguen observando” decía otra nota más. ¿Qué significaban?
Obviamente fueron enviadas por una ocasión específica, pero ¿significarían algo
más? ¿Sería un acertijo como Andrade lo insinuó? Decidí tomar una ducha para
desestresarme y pensar claro, cuando salí del baño y me dispuse a vestirme,
sentí un fuerte golpe en la parte posterior de mi cabeza, caí al suelo
inmediatamente, debí perder el conocimiento porque no recuerdo nada más,
excepto que desperté como una hora después y estaba ya vestido y amarrado a una
silla de pies y manos,
lentamente
abrí los ojos y allí, frente a mi, estaba Lorena Fernández apuntándome con un
arma.
– es
hora de que aclaremos algunas cosas – me dijo ella en un tono muy relajado.
El corazón me latía a millón, no podía creer
que todo terminaría de esa forma.
– debí
saber que eras tú – le dije – y yo que hasta juraba que el Sr. Columbus te
tenía amenazada
– ¿amenazada?
¿yo? – respondió mientras reía sarcásticamente – de ninguna manera ¿verdad
cariño?
Y en ese instante el mismo Sr. Columbus
salía del cuarto “clausurado” con un arma en una mano mientras la otra estaba
vendada.
– por
fin te atrapamos – dijo él mientras me apuntaba
– lo
sabemos todo – afirmó Lorena.
Yo seguía tratando de desatarme pero tenía
las sogas muy apretadas y me era difícil, sin embargo debía ganarles tiempo, y
de inmediato me vino a la mente la única posible razón por la cual el gerente y
su amante hayan matado a la querida esposa y hermana.
– Tú no
eres Lorena, La amante ¿verdad? – le mencioné a ella – eres Laura, la esposa
– ¡Vaya!
– respondió – hasta que al fin le atinas.
Nuevamente me sentía vulnerable, a pesar de
haber descubierto una pieza clave que hacía que todo este misterio tuviese
sentido, aun así no había salido de todo peligro.
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