viernes, 17 de marzo de 2017

Reto 23 ELDE - OH ANTHONY

Nada, no le queda nada, no tenía en sus bolsillos más que el aire frío de ese invierno, lo había perdido todo de la manera más tonta, había dejado la chimenea encendida olvidando tapar la rejilla, y por consiguiente los leños salieron incendiando toda la casa, aquella casa de madera que con tanto sacrificio habían construido sus abuelos, ahora estaba hecha cenizas, cenizas que reflejaban el dolor de no tener nada, bueno, nada material, pues aún conservaba la vida y la salud.

O por lo menos eso creía.

Precisamente fue deteriorándose más su salud y Anthony no tenía a nadie más a quien recurrir, salvo por aquella vecina que una vez le brindó el sofá de su casa cuando la embriaguez no pudo más con su cuerpo, lo recordaba muy bien, pues fue el día en que perdió a su único hijo, víctima de la malaria.

Sin embargo, siguió adelante pero nunca volvió a ser el mismo.

Cada tarde, se sentaba en la antigua alcoba de su pequeño, acariciaba su pequeña gorra azul, contemplando los diminutos soldados de plástico que adornaban el estante junto a la pared, esa pared que marcó cada paso, cada centímetro que figuraba sobre sí el crecimiento de su hijo, mes tras mes, año tras año.

De pronto despertó, volviendo a la realidad, se encontraba nuevamente en el sofá de su vecina, recordando la trágica pérdida de su hogar, primero su hijo, luego su casa, y ahora su salud… ya no le quedaba nada, absolutamente nada por qué vivir.

Anthony agonizaba, su mente no estaba ligada a su cuerpo, desvariaba y deseaba con todas las ganas que ya terminase todo ¿se reuniría de nuevo con su pequeño? Tal vez era eso lo que lo alentaba a rendirse, a dejar de luchar.

No podía morir allí, no en la casa de la única persona que le extendió la mano, por lo que decidió salir en plena madrugada, con el frío arrollador, sentía que miles de cuchillos se le incrustaban en la piel, su abrigo apenas lo protegía pero después de unas millas llegó a lo que era su hogar, al montón de escombros donde antes solía haber una casa, ese refugio al cual siempre regresaba cada tarde, tras una faena de trabajo rutinario e intransigente.

Lentamente se acostó en unas tablas chamuscadas, amontonadas emulando a una colcha, una dura y rígida colcha. La fiebre ya lo tenía mareado, empapado y a la vez ardiendo. A pesar de eso Anthony sintió un calor ameno, suave y confortable, no sabía si era por el fuego que aún quedaba en las entrañas de cada madero, o por la fiebre atroz que recorría su cuerpo, o simplemente la paz interior que estaba sintiendo, pero allí, en medio de la nada, en medio del escombro, Anthony cerró los ojos esperando nunca más abrirlos.

Su cuerpo temblaba más, hasta que dejó de hacerlo.

Pero ese no fue su fin.

Una luz tenue fue creciendo cada vez más hasta hacerse brillante y detenerse justo frente a él. Anthony despertó.

-              Estoy muerto – pensó. Pero la luz parpadeaba hasta apagarse, unos pasos se acercaron a él, y luego oyó una voz familiar que en un susurro le dijo:
-              Anthony, soy yo, Amanda, te llevaré de vuelta.

Era su vecina Amanda, la única persona que se preocupaba por él, vino a recogerlo luego de extrañarlo al ver aquel sofá vacío.

Fue así como Anthony comprendió que, a pesar de la situación, no lo había perdido todo, alguien se preocupaba por él y mejor dicho, se ocupó de él, hasta que recuperó sus fuerzas nuevamente y sus ganas de vivir, se sintió esperanzado de contar con Amanda… Sin embargo… no todo era lo que parecía, Amanda no había salvado su vida por simple empatía o amistad, ella tenía otros motivos ocultos, motivos secretos que cuando fueron revelados ya era demasiado tarde para Anthony, tanto así que hubiese preferido morir aquella fría noche de invierno que pasar por lo que ella le tenía preparado.


Al fin y al cabo, a Anthony ya no le quedaba nada.




Reto 23. Comienza un relato con: “Nada, no le queda nada”. (cumplido)

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