JAKE:
Sonó el despertador, o eso creo, son las seis de la
mañana y hace demasiado frio en esta época del año aunque ya me he acostumbrado
a ello, me quedo pensando varios minutas más en la cama, mi antigua cama,
recordando cuando tenía un trabajo, una vida, aquellos momentos que… esperen,
si no tengo que trabajar ¿Para qué sigo despertándome temprano? Debe ser la
rutina, supongo, aun así tengo que hacer algo para entretenerme, hace unos
meses apenas que me convertí y desde este punto de vista todo parece igual,
excepto mi capacidad auditiva.
Ya no escucho las cosas igual que antes, extraño el
sonido de los vehículos circulando en la avenida Greene, me trae tantos
recuerdos, fue donde aprendí a conducir, donde conocí a Nora, dónde se
presentaron los Cramberries en la ciudad, donde encontré aquel niño de la gorra
azul que tomaba fotografías, ese día fue inolvidable, pues fue el día en que
fallecí.
Creo que olvidé mencionarles, que a pesar de estar
“muerto”, sigo caminando en este mundo y no, no soy un fantasma ni un alma en
pena (ya me percaté de eso y lo verifiqué
muchas veces) simplemente caí bajo aquel terrible virus que desterró a todo
el país, transformándonos en…bien… no quiero decir la palabra… en seres que
viven estando muertos.
No sé si hay otros como yo, eso supongo, pues
muchos despertamos en la Av Greene totalmente cambiados, un grupo decidió huir
hacia las costas pero yo simplemente me quedé en esta ciudad, después de todo,
no hay muchos sitios a donde ir cuando vives en una isla, además mi capacidad
motora es muy lenta, casi nula, pero lo he controlado, mi olfato está cada vez
más deficiente, mi vista no tanto, y ni se diga de mi oído, creo que pronto
quedaré sordo, también puedo alcanzar más distancias en menor tiempo, es
complicado y totalmente pavoroso andar en esta ciudad a pasos de tortuga cuando
en tu mente quieres saltar, correr y hasta volar, pero voy progresando en eso,
puedo decir que tengo todo el tiempo del mundo, ojalá tuviese alguien con quien
hablar.
La verdad no hay mucho por hacer, la semana pasada
pude ver uno de esos animales que… ¿cómo se llamaban?... mi memoria sigue
fallando, eran de los que rumiaban, en fin, me lo comí.
Tampoco recuerdo que ocurría en esta ciudad, hasta
que fue demasiado tarde, tan desolada, tan vacía, sin sentido y sin color, era
mi día a día, ya perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí, creo que a estas
alturas ya no es relevante, pero me gustaría cambiar algo, por muy
insignificante que sea.
Estaba a punto de abandonar toda esperanza cuando
divisé a lo lejos una figura humana, no sé si viva o “caminante” pero era alguien
con quien hablar, o devorar (o ambas),
no sabía cuánto llevaba sin comer, pero era bastante o eso sentía, aunque daba
igual pues estaba seguro que no me afectaría… que equivocado estaba.
Fui a su encuentro lo más rápido que pude, eso
significa unos dos metros por minuto, sentía que se me iban las fuerzas, me
acercaba más pero ella no hacía nada por evitarme, parece que se dio cuenta de
mi presencia pero aún así continuaba en el mismo sitio, yo ansioso por llegar a
tocarla… me faltaban algunos metros que se hicieron interminables por cierto y
ella, con la misma sutileza solo me miró, sentía que me sofocaba, alguna
especie de lágrima caía por mi rostro y al fin estuve frente a ella pudiendo
detallarla, la reconocí, era ella ¡claro que era ella! no podía olvidar ese rostro,
había sido mi ídolo por mucho tiempo y a pesar de su apariencia acabada,
sangrienta, desaliñada y de mirada vacía, pude notar que aún se encontraba con
algo de “vida”, pues me sonrió mientras se enderezaba el brazo derecho que al
parecer lo tenía dislocado y ni cuenta me había dado.
Dolores O’Riordan, la vocalista de los Cranberries,
se encontraba frente a mí, en la misma condición que yo, la única pareja a
kilómetros a la redonda éramos nosotros, ya nada más importaba, la tomé de la
mano y ella pronunció unas palabras o tal vez cantaba, recuerdo que tenía una hermosa
voz pero, ya no podía escucharla, no podía oír nada pero que podía hacer, con
ella yo era feliz. Cada día que pasaba con ella simplemente balbuceando
mientras caminábamos, me olvidaba más de Nora, la chica pelirroja que me
asesinó y me convirtió en lo que soy ahora.
Con Dolores las penas se me borraban, suena irónico
¿verdad?
No fue un mes o dos después cuando desperté en
medio de la noche, mis ojos buscando rápidamente a Dolores, pero no la
encontraron, pensé que había perdido definitivamente la vista pero recordé que
sin energía eléctrica las calles eran muy oscuras, un golpe detonante a lo
lejos me sacó de mis pensamientos, fue ese mismo sonido que me despertó, en
cierta forma me sentí feliz pues podía escuchar algo, no estaba del todo sordo,
pero la ausencia de Dolores me preocupó.
Nuevamente escuché el sonido, acompañado de un
grito en el vacío y entonces vi a otros, otros como yo, caminando desesperados
con ganas de saciar su hambre feroz buscando cualquier forma de vida, sin
embargo no había, y lo peor de todo, no pude encontrar a Dolores.
Intenté calmar a un grupo pero ni se tomaban la
molestia en tomarme en cuenta, fue cuando supe que era el único afectado que
aún razonaba y tenía suficiente capacidad mental como para darme cuenta que
algo andaba mal, y que un peligro mayor se acercaba. En medio del caos y la
desesperación de todos yo era el único “muerto viviente” que mantenía la calma
y pensaba en posibles soluciones de escape, sin embargo, alguien más me
observaba, alguien más se percató de mi extraña manera de afrontar el desconcierto,
alguien se dio cuenta que no era igual a los demás, el virus no me afectó como
se supone debía hacerlo y eso sería mi salvación... o tal vez mi perdición.
Otra
cabeza avergonzada,
el niño es arrebatado lentamente,
y la violencia causó tal silencio.
¿A quién estamos creyendo equivocadamente?
el niño es arrebatado lentamente,
y la violencia causó tal silencio.
¿A quién estamos creyendo equivocadamente?
Reto
17. Describe tu día a día como si fueras un zombi. (cumplido)
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